Una odisea de la tierra
Su impresionante gama
temática, la impecable puesta en escena y su narración como alegoría de las
inquietudes del hombre (y de la propia historia de los Estados Unidos de
América), la convierten en una película destinada a estudiarse en las academias
de cine dentro de 10, 20 o quizá 50 años, pero hay cosas que no se pueden
enseñar. Y luego está Daniel Day–Lewis, imposible medir su trabajo aquí. There
Will Be Blood no solo es una grandísima
obra maestra (lección de cómo utilizar la cámara para insuflar vida a una
película), sino que recoge además el legado del cine del siglo XX y se
erige como cima monumental de un nuevo cine norteamericano, el
cine de un tiempo que aún está por llegar. El maestro ya no cabe en
un solo cuerpo.
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