domingo, 27 de julio de 2014

Infiltrados en la universidad (2014)

Channing Tatum y Jonah Hill son una pareja hilarante


Si conectas con la pareja de protagonistas Channing Tatum y Jonah Hill las risas están garantizadas. Esta segunda parte de Infiltrados en clase es aún más reflexiva sobre su propia condición, ya sea como secuela, como episodio de una serie televisiva, como buddy movie, como thriller de acción o incluso como comedia romántica entre los dos protagonistas. “Infiltrados en clase” era a Glee lo que “Infiltrados en la universidad” es a Community. Ambas series comparten con esta saga el brillo de reinventarse mofándose de sus defectos. Lo que hace especial a Infiltrados en la universidad es su inteligencia para reírse de sí misma, que no se agota en ningún minuto.

Así explica el jefe Hardy a los agentes de policía Jenko (Channing Tatum) y Schmidt (Jonah Hill) el porqué de una nueva misión: “Señoritas, a nadie le importaba una mierda una segunda parte de Jump Street, pero tuvisteis suerte. Ahora este departamento ha invertido un montón de pasta para asegurarse de que Jump Street siga adelante. El único problema es que los coreanos compraron la iglesia de nuevo, así que nos mudamos a la acera de enfrente”. En esta nueva misión Jenko y Schmidt deben infiltrarse en la universidad como alumnos y en su paso por la facultad suplirán las carencias educativas y (especialmente) emocionales que ambos arrastran.

Si se piensa bien, segundas partes no tienen por qué ser malas, al contrario, pueden ampliar y explotar las virtudes que hicieron de la primera un éxito y aprovechar que ya tienen a su público ganado. Es algo que en su día hicieron películas icónicas como El padrino II (Coppola, 1974) y El imperio contraataca (Kershner, 1980) o, muy recientemente, Resacón II (Philips, 2011) y El caballero oscuro (Nolan, 2008).

Después de protagonizar clásicos como Supersalidos o El lobo de Wall Street, aquí Jonah Hill engrandece su mito de colega ideal de cualquier hombre y, además, aparece en los créditos como guionista. Es cierto que esta secuela repite el esquema de “Infiltrados en clase” pero no se hace nada repetitiva por dos cosas. La primera es que parte de una idea concepto con gancho. Y la segunda es que Hill y Tatum forman una pareja hilarante. La música es otro recurso que se utiliza con mucho acierto para multiplicar el efecto de las bromas visuales e incluye temas como “Too Hard” de Kurt Vile o “Missing You” de John Waite

No sé si habrá tercera parte. Probablemente la saga ya esté explotada al máximo, porque “Infiltrados en la universidad” no escatima en gastar todos los cartuchos y quemar todas las bromas posibles al respecto. Gracias a eso tenemos una película divertidísima, con una sola pega, un exceso de duración: le sobran 20 minutos y un giro de guión. Pero merece la pena.


jueves, 10 de julio de 2014

Open Windows (2014)

El colmo del mirón


Las dos primeras películas de Nacho Vigalondo recaudaron poco dinero en taquilla y, Open Windows, la tercera, estrenada esta semana, va camino de un resultado similar. Vigalondo se desenvuelve muy bien con los medios de comunicación y ha encontrado un público fiel en internet, pero no ha conseguido conectar esa buena imagen con un éxito en taquilla. De momento sus películas se cuecen en festivales de segunda y sitios web de descargas.

Sabiendo eso es un logro que el cineasta cántabro continúe en su escapada sin mirar atrás, sin preocuparse de mimar al tipo de público que llena las salas de cine de España. Creo yo que el miedo a que cada película pueda ser la última hace que Vigalondo exprima y concentre muchas de sus ideas geniales en Open Windows. No se contenta con un arranque prometedor y un desarrollo eficaz. Satura el desenlace de nuevas propuestas. Puede que Vigalondo sea demasiado agresivo en su puesta en escena. Y es seguro que en el último tercio la trama se retuerce demasiado.

En la historia conocemos a Nick (Elijah Wood), creador de una página web sobre su actriz favorita, Jill Goddard (Sasha Grey). Su actividad en esa web llega a ser enfermiza, pues Nick captura y cuelga cualquier imagen o noticia que encuentra sobre la actriz, casi de manera obsesiva. Esa noche Nick, después de haber ganado un concurso, por fin tendrá la oportunidad de conocer a Jill. Nick espera con su ordenador portátil en la habitación del hotel en el que tendrá lugar la cita. A partir de aquí las cosas se desmadran. El mirón se enfrenta a lo que quiere mirar.

Al igual que con Disturbia (Caruso, 2007) es obligatorio citar a La ventana indiscreta de Hitchcock, por las similitudes en el planteamiento y en la idea inicial, pero lo que en Disturbia era solo reverencia al maestro, en Open Windows sirve a Vigalondo para echar a volar, para experimentar con un trabajo de puesta en escena muy discutible y, por eso mismo, muy aplaudible.

Hagamos recuento. Tercer largometraje de Vigalondo: tercer triunfo total.


miércoles, 9 de julio de 2014

Mil maneras de morder el polvo (2014)

Hacia el western por el chiste fácil


Mil maneras de morder el polvo está repleta de cameos y referencias a otras películas. La última de ellas parece otra broma estúpida más (después de muchas) en la que vemos a Jamie Foxx enfundarse su traje de Django desencadenado. Considerando la película de Tarantino como el western más hablado de todos los tiempos (Tarantino habla por los codos y sus personajes también), a lo mejor no es casualidad la referencia directa a aquélla en este western donde el protagonista soluciona (o eso intenta) sus duelos a muerte a base de incontinencia verbal.

Si lo que le pedimos a Mil maneras de morder el polvo es perdurar en el tiempo, será un fracaso grande, pero MacFarlane tiene buena mano para el producto de consumo rápido y entretenido. Quizá su segunda película no sea tan antológica como lo fue la primera, Ted (2012), pero repite fórmula con eficacia: la relectura de un género clásico a través de la sátira irreverente primero, que después y cómodamente se va adaptando a los cánones tradicionales de lo que funciona en una sala de cine. Que un tipo ya adulto y exitoso como MacFarlane no le tenga miedo al caca-culo-pedo-pis (que se dice por ahí) demuestra los pocos complejos que lleva consigo.

Eso sí, MacFarlane le debe unas cuantas cenas a Charlize Theron. ¿Qué demonios sería de nosotros si no nos enamorásemos en hora y media de ella? Las ovejas, los bigotes y las balas importan porque ella está esperando. Hasta en eso se parece esta película a Ted, donde Mila Kunis brillaba elevando el nivel de sus compañeros de reparto. Pese a lo dicho, si se cruzan con un amigo al que Mil maneras de morder el polvo le parezca convencional y chabacana, no le retiren el saludo, puede que esté en lo cierto. Eso no significa que sea menos disfrutable. 


El hilo invisible (2017)

Para el chico hambriento El artista como loco déspota, la moda como vehículo de apariencias y el amor como enfermedad. ‘Phantom Th...