Boyhood (2014)
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“Siempre es ahora”. Que una película que se ha rodado
durante 12 años termine con una frase como ésta nos conduce directamente a la paradoja número uno del año cinematográfico. Voy
a empezar con una confesión para no quedarme con esa espina hasta el final. Boyhood no es la obra maestra que
esperaba. Y eso no es necesariamente malo.
Esta película ha sido anunciada como un proyecto que Richard
Linklater ha rodado durante 12 años con los mismos actores y la intención de
que los intérpretes envejezcan con el personaje. El director de las tres
películas de Jesse y Celine (Antes del
amanecer, Antes del atardecer y Antes
del anochecer) ha trabajado en paralelo con Boyhood repitiendo malabares de tiempo
y narración.
En el film no ocurre nada dramático que dé cohesión al
conjunto. Si esperas ver una película dramática bien armada con un guión
sólido, unas buenas interpretaciones, sus tres puntos de giro, su
planteamiento, nudo y desenlace, métete en otra sala. Algunas situaciones se sienten forzadas y algunos personajes secundarios quedan muy simples, especialmente las figuras de los tres padrastros y la escena del acoso en los baños del instituto, pero probablemente este proyecto no nació con la intención de ser una narración ejemplar sino algo más parecido a un juguete de presupuesto muy modesto. Esto es un experimento.
Es solo una sucesión de escenas-pasajes-instantes, algunos más interesantes que
otros, en la vida de Mason, un chaval al que conocemos con 6 años y vemos
crecer hasta cumplir los 18.
La puesta en cuadro de Linklater es su habitual estilo
desnudo, libre de notas a pie de página o comentarios guiados. Las transiciones
entre las escenas de cada año son bruscas. Y me explico: no son bruscas porque
se sientan falsas, sino porque no están diseñadas para transmitir un mensaje
codificado por parte del director. Lo que nos lleva a tratar el tema de las
elipsis. En un proyecto como éste era de cajón que Linklater se iba a jugar el
tipo más que nunca en la sala de montaje. Dónde cortar y cómo cortar es siempre
determinante, pero aquí va más allá de lo esencial, se convierte en una
cuestión de principios.
No hay voces ni carteles sobreimpresos que nos indiquen en qué año estamos. Pasamos de una escena a otra con el único indicativo del rostro y el cuerpo cambiantes de Ellar Coltrane, y la música. Apuesta personal de Linklater, sustituir esos molestos carteles por canciones para contextualizar cada año, componiendo una suerte de banda sonora de grandes éxitos (íntimos) de la última década.
No hay voces ni carteles sobreimpresos que nos indiquen en qué año estamos. Pasamos de una escena a otra con el único indicativo del rostro y el cuerpo cambiantes de Ellar Coltrane, y la música. Apuesta personal de Linklater, sustituir esos molestos carteles por canciones para contextualizar cada año, componiendo una suerte de banda sonora de grandes éxitos (íntimos) de la última década.
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Dice Linklater que no tenía un guión cerrado cuando empezó a
rodar hace 12 años Boyhood. Que Ellar
Coltrane, el actor que da vida al niño protagonista, crecería y con él crecería
la película. Él se interesó por la fotografía y así lo plasma Boyhood. Si Coltrane se hubiese
interesado por el boxeo hoy tendríamos una película distinta. Podemos decir que
la participación en el film de este niño ha influido enormemente en su vida
posterior. Esto no es ninguna novedad, todos los críos que han debutado en el
cine han visto cómo sus vidas cambiaban radicalmente en adelante. Lo que hace
especial a Boyhood es que no solo la
película cambia al chico, sino que (al mismo tiempo) también el chico cambia a
la película.
“Simplemente pensé que habría algo más”, dice la madre al
despedirse de su hijo cuando éste abandona el hogar. Éste es un pensamiento muy
triste para una película llena de vida y optimismo (como da muestra el salto de
fe que hizo todo el equipo al embarcarse en el proyecto) pero que no puede
hacer otra cosa que rendirse al paso del tiempo y a su inevitable colocón de
nostalgia. Y qué fabuloso trabajo hacen Ethan Hawke y Patricia Arquette, que también se han sumado al reto de envejecer ante la cámara, como los papás de Mason.
¿Será Boyhood una película realmente importante dentro de
unos cuantos años? No lo sé y saberlo no es cuestión de viajar en el tiempo. El
secreto está aquí: somos nosotros quienes hacemos importante una película. Y
somos nosotros, espectadores embobados en una sala oscura, quienes trabajamos
para completar esta historia. Para completar la vida de este chico con la historia
de nuestra vida.
2 comentarios:
Yo creo que es más un experimento que otra cosa.
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