Francis, Peter y Jack son tres hermanos que se han ido distanciando con el paso del tiempo y ya ni siquiera se hablan. La muerte de su padre los reúne de nuevo y de ese reencuentro surge la necesidad de volver a estrechar sus lazos familiares. Es entonces cuando Francis, el mayor de los hermanos propone un viaje en tren por la India a modo de peregrinaje espiritual. El recorrido lo harán en el Darjeeling Limited, la línea ferroviaría que recorre el país de un extremo al otro. Ya en el tren, comienzan las peleas, las disputas verbales y hasta físicas y su comportamiento llega a tal extremo que son obligados a apearse del tren. A partir de aquí, abandonados a sus propios recursos, comienza un nuevo viaje que no estaba en sus planes...
Ha quedado claro ya que el posmodernismo (en el cine, se entiende) no sería lo mismo sin Wes Anderson. Anderson pertenece a esa rara estirpe de cineastas que se encargan de retratar el nuevo espíritu, y llevar hasta el extremo las modas de la gran pantalla, las cult movies y el cine indie. Una raza de cineastas que representan también el valor de la imagen, y de la propia imagen que se proyecta a su alrededor, el cuidado de las formas, la búsqueda de pequeños placeres y la renuncia a los ideales están en la raíz de esa vuelta a la experiencia vivida. De ahí que el resultado sea una apuesta por la estética, por lo aparente, por lo efímero, del momento. Parece que los autores posmodernos encuentran en el cine el refugio de la satisfacción y el hastío, porque en The Darjeeling Limited lo que importa no es el qué sino el cómo, el cómo te involucra el director en un viaje a ninguna parte (ahí queda el maestro Fernando) y en el viaje a todas las partes.
En la sucesión de imágenes permítanme quedarme con una, la mejor, el primer ralentí, la carrera por alcanzar el tren que se aleja entre Adrien Brody y Bill Murray... que metáfora tan rabiosamente sencilla. Una escena que además entroca con una variante pop del cine de Wong Kar-Wai. Estoy de acuerdo en que Viaje a Darjeeling no es perfecta, tiene sus altibajos, pero éso poco importa cuando una película te agarra por dentro, hecha raíces y te hace olvidar por una tarde las penas, cuando las imágenes se funden en una prodigiosa banda sonora... en Darjeeling, allá donde la congoja se transforma en gozo.