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sábado, 5 de junio de 2010

In the mood for love (2000)

Quizás, Quizás, Quizás



¿Qué tres cosas necesita Wong Kar Wai para hacer una película? Necesita una cámara, dos personas y un lugar donde puedan encontrarse. No más. La cámara de Christopher Doyle, el director de fotografía más cotizado del momento. La pareja de actores Tony Leung y Maggie Cheung. Y un callejón de Hong Kong. No necesita un tiempo. El tiempo se lo inventa.

Hong Kong, 1962. Dos parejas se mudan el mismo día a dos apartamentos contiguos, los Chan y los Chow. A través de una serie de encuentros  fortuitos el señor Chow y la señora Chan irán conociéndose. Ambos están solos, pues sus respectivas parejas pasan más tiempo trabajando que con ellos. Finalmente, llegarán a la conclusión de que el marido de ella y la esposa de él están viviendo una aventura juntos. Despechados, Chow y Chan comenzarán, a su vez, una relación. Una relación en la que ambos buscan consuelo, no alivio sexual. "No vamos a ser como ellos".



In the mood for love se ha convertido en la obra maestra que marca el curso del cine asiático, el cuál ha demostrado un potencial enorme en los últimos años. La cámara de Christopher Doyle dispara sobre Tony Leung y Maggie Cheung, una actriz de rostro todavía adolescente destinada a convertirse en un fetiche del cineasta. Con una combinación tan explosiva detrás de la cámara (Kar Wai y Doyle) el resultado estaba cantado: un film de vocación enteramente estética, con una carga formalista brutal.

El compás con el que Wong Kar Wai dibuja las líneas maestras de In the mood for love coquetea con la simetría musical en la planificación de la puesta en escena. Las preocupaciones de Kar Wai como cineasta parecen no distar demasiado de las de Antonioni; la comunicación y el tiempo. Por eso son frecuentes en este film los planos detalle en los que se enfoca (y desenfoca) un teléfono y un reloj.

Al término del film, nuestro protagonista confiesa su secreto a una grieta en un muro, del mismo modo que Kar Wai ha abierto una brecha en el tiempo, con sus ralentís a cámara lenta, y a través de los temas de música lounge de la banda sonora (como las melodías de Nat King Cole), creando una cadencia propia como marca de estilo. Ha logrado dilatar el tiempo.


Pero In the mood for love es, por encima de todo lo demás, una película de ausencias. De ahí que los encuadres cobren tantísima importancia. Me fascina lo que oigo. Te encanta lo que ves. Sin embargo, la mitad que nos enamora es aquella que queda fuera de cuadro, aquella que solo podemos intuir. Conclusión. Kar Wai es un romántico de lo ausente. Y él se enamora de ella porque siempre será de otro, porque nunca será suya.

Como una vieja fotografía que guardas bajo la almohada, en la que dos personas no miran directamente a cámara, pero tampoco se atreven a mirarse a los ojos. In the mood for love te deja con la extraña frustración de descubrir que te has enamorado y nadie va a darte explicaciones. Ahora, corre a buscar una grieta en la montaña para contar tu secreto. O enciérrate en una habitación de hotel a escribir la novela de tu vida. O de lo que podía haber sido tu vida, si hubieses tenido las agallas de enfrentarte a ella.


lunes, 13 de abril de 2009

Gladiator (2000)

Luces y sombras


 
Si ya de por sí no es sencillo entrar a valorar cualquier película con frialdad y obviando toda clase de sentimentalismo, menos aún es hacerlo con una película como la que nos ocupa que dejó una huella impresionante en una generación completa, que no es otra que la mía. La sensación que me provoca el film es de un completo aturdimiento*. Aturdimiento: 1. Perturbación física de los sentidos por efecto de un agente externo como un golpe o un ruido; 2. Perturbación emocional momentánea; 3. Falta de serenidad y reflexión. De ahí que considere el esquemático método de pros y contras (ventajas y desventajas, claros y oscuros...) como la mejor forma, al menos la más eficaz, de evitar la redacción fluida en la que seguro me perdería.
 
 
Luces

1.- Revitalización de un género, el peplum / Sublimación de sus cánones y códigos genéricos. El peplum es un concepto al que dio nombre la crítica francesa para referirse al cine de aventuras ambientado en la Grecia y la Roma clásicas. El peplum tiene fama de no ser muy riguroso con sus referencias históricas. En ellos se magnifica la valentía y fortaleza del protagonista. La ambientación buscaba la espectacularidad. La película dirigida por Ridley Scott insufló vida al género, y su influencia en el cine reciente es indudable: Troya (2004), la insufrible Alejandro Magno (2004), 300 (2007) o la serie de televisión Roma (2005).

2.- Interpretaciones convincentes, resultonas. Acudimos al nacimiento de una estrella mayúscula, Russell Crowe que tras el rudo policía de L.A. Confidential y el científico de El Dilema, irrumpe portentoso en el panorama estelar de Hollywood, Oscar incluido. En frente, Joaquin Phoenix, cuyo rostro es la viva imagen del odio.

3.- Magnífica banda sonora del compositor Hans Zimmer, que aturde* y emociona.




Sombras

4.- No transgresión / No adaptación a su tiempo cinematográfico. Donde más cojea la película de Ridley Scott es en lo modélico de sus planteamientos, todo está tan trillado que no hay lugar para la transgresión del tratamiento, ni estético, ni plástico (años después lo conseguiría 300) , ni mucho menos discursivo.

5. Caricaturización de personajes. Los personajes principales están estereotipados, como castas idealizaciones del bien y el mal.

6.- Grandilocuencia / Super-elefante blanco. La pomposidad de su argumento: "El general que se convirtió en esclavo, el esclavo que se convirtió en gladiador, el gladiador que desafió a un imperio", rezaban los titulares promocionales de la película más popular de los últimos tiempos. La suntuosidad de sus frases.
 
El resultado final no es tan impecable como algunos pensaron (entre los que me incluyo) en el momento de su estreno, pero está lejos de ser todo lo bochornoso que nos venden los pseudo-intelectuales que se creen puristas del cine. Sopesadas luces y sombras, me reafirmo en que Gladiator es impresionante, o al menos causa impresión, que para el caso debería tener el mismo efecto. Pd. El reparto de estrellas permanece (injustamente) invariable para no herir mi antiguo orgullo de inocente fanático del film.


El hilo invisible (2017)

Para el chico hambriento El artista como loco déspota, la moda como vehículo de apariencias y el amor como enfermedad. ‘Phantom Th...