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martes, 21 de mayo de 2013

El gran Gatsby (2013)

Quizá en otro mundo


Quizá en otro mundo, o en este mismo si todos volviéramos a nacer, un hombre como Baz Luhrmann sería venerado y admirado como un artista valiente que no teme ni a los grandes proyectos ni a las ideas grandiosas. Luhrmann dirige El gran Gatsby con su particular estilo recargado, kitsch, y anacrónico, arriesgando su otra mejilla a solo un palmo del ridículo. De ahí que esta película sea tan emocionante.

Hagamos un ejercicio de des-memoria. Pongamos que no existe ninguna otra película sobre Gatsby, o que no la hemos visto u oído, que no hemos leído el relato de Scott Fitzgerald, o que no sabíamos de su existencia. Porque eso es lo que parece pretender Luhrmann. Lo antiguo y lo moderno, lo viejo y lo nuevo, qué importa. Profanar a Winehouse e inmortalizar a Lana del Rey.

“La música genial es atemporal”, dice el realizador australiano. También lo es el cine. Y Gatsby, un héroe romántico hecho a sí mismo. Ésta es la trágica historia de un hombre movido por el amor magnético que siente hacia una mujer que, no merece tanta atención y que probablemente esté algo idealizada, pues los encantos de esa mujer palidecen en comparación con la entrega excesiva y hermosa de Gatsby hacia ella.


Leonardo DiCaprio, que ya hace tiempo dejó de ser un crío, ha escalado como actor, y ahora su carisma y personalidad (claves para dar vida al misterioso personaje principal) rinden a la misma altura que su atractivo para la taquilla. El gran Gatsby, con un millón de defectos para el que los busque y un millón de virtudes para el que las encuentre, es una película gloriosa sobre la megalomanía y Gatsby se emocionaría con ella.


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