jueves, 20 de junio de 2013

El hombre de acero (2013)

Un salto de fe


En una escena de El hombre de acero Clark Kent confiesa sus dudas a un sacerdote cristiano. “Antes de confiar primero debes hacer un salto de fe”, le dice el sacerdote. El público va a tener problemas para conectar con esta nueva versión de Superman porque presta más atención al Clark Kent kryptoniano que al terrestre. Esta es una película sobre Krypton, el lugar donde nació Kent, sobre la guerra que asola el planeta, sobre su destrucción, y sobre las ansias de un grupo de kryptonianos para recrear su planeta en la Tierra. Y la batalla final entre Superman y Zod, tiene el mismo interés que aquel enfrentamiento de Alien versus Predator. Son dos personajes que no comprendemos, que se escapan a nuestro conocimiento, dos extraños, dos extraterrestres.

Christopher Nolan, que en esta ocasión se limita a labores de producción, ha mutilado la vertiente lúdica de la historia original con su habitual tono afectado –aunque buena parte de culpa tendrá el guionista David S. Goyer, guionista también de las nuevas películas de Batman–. Y el sello del director Zack Snyder está en su estilo visual tan lejos de la sobriedad. Comienza la lista de referencias. Aquí conviven la desmesura y la falta de cordura de anteriores películas de Snyder como 300 o Watchmen, con los colores y los efectos especiales del John Carter que dirigió Andrew Stanton. Y parece filmada por alguien que ama por igual Él árbol de la vida de Terrence Malick y Transformers de Michael Bay. La combinación es poco excitante.

El empeño por hacer de El hombre de acero una producción seria y adulta es evidente. El equipo de actores –con Russell Crowe, Henry Cavill, Amy Adams, Michael Shannon, Kevin Costner, Diane Lane y Laurence Fishburne– (uau!) hace un esfuerzo por dar gravedad y credibilidad a sus líneas de diálogo, y aún así el vacío y el aburrimiento terminan por arrasar esta película. En el momento más emocionante de El hombre de acero, Superman escoge, de entre todas las ocupaciones imaginables, pasar el resto de su vida camuflado bajo el uniforme de un periodista. Eso sí es un salto de fe, y lo demás son tonterías.


sábado, 15 de junio de 2013

Antes del anochecer (2013)

Algo desnudo

En un momento de Antes del anochecer Jesse bromea en varias ocasiones con tener una máquina del tiempo con la que ha viajado desde el futuro hasta el presente. Si pudiésemos hacer el viaje inverso conoceríamos de primera mano la repercusión y el impacto de esta obra en el espectador del futuro. Resulta que la alusión a ese viaje por el tiempo va más allá de la simple broma, encaja dentro del análisis de esta película como máquina de medir el paso inexorable del tiempo y sus consecuencias penosas. Porque el tema primero de la película es por supuesto la relación humana entre Jesse y Céline, el amor y el sexo. Pero tras esto se esconde el terrible doble enfrentamiento de: primero, el hombre contra el tiempo que se le escapa, y segundo, el hombre contra el tiempo que le oprime.

Jesse y Céline no son unos desconocidos para nosotros. Son esa pareja de personajes, ¿ficticios?, que se conocieron hace casi tres décadas en un viaje  en tren hacia Viena en Antes del amanecer (Linklater, 1995). En aquella película los dos jóvenes – Jesse, un chico americano, y Céline, una chica francesa– deciden pasar un día juntos descubriendo Viena antes de tener que separarse al amanecer para volver a sus respectivos hogares. Nueve años después, Jesse y Céline vuelven a encontrarse en Antes del atardecer (Linklater, 2004) y dan un paseo por París antes de que Jesse tenga que tomar el vuelo que le devuelva a América. Y nueves años después, el cine les reúne de nuevo en Antes del anochecer (Linklater, 2013).  Jesse y Céline disfrutan, en esta ocasión ya como pareja estable, de un tiempo de vacaciones junto a sus dos hijas en el Peloponeso griego. El tiempo ha dejado huella en sus rostros y en sus cuerpos, pero también ha consumido parte de sus ilusiones, de sus sueños de juventud, ha arrasado parte de sus vidas.

Durante la rueda de prensa del estreno de la película en Berlín, un periodista preguntó al director y guionista del film, Richard Linklater, por qué razón se había decantado por un final feliz. Sin embargo no creo que éste pueda considerarse feliz. Desde luego no es un final triste, pero tiene un tipo de ambigüedad que juega con nuestras expectativas. De manera que nosotros somos quienes debemos dar cobijo en nuestra imaginación al futuro de esta pareja. Algo que no nos va a ser muy molesto porque después de presenciar esta maravillosa película, y gracias al trabajo de actuación que realizan Ethan Hawke y Julie Delpy con Jesse y Céline, se hace fácil sentirlos muy nuestros.

Antes del anochecer no es un artificio, y no tengo nada en contra de los artificios. Los hay maravillosos y los hay detestables, de hecho, precisamente ahora, coinciden en cartelera El gran Gatsby de Baz Luhrmann y The Lords of Salem de Rob Zombie, dos notorios artificios que cada uno puede valorar según le venga en gana. Pero Antes del anochecer no es un artificio diseñado para el entretenimiento o el alucine. Es otra cosa. Y esta cosa es algo extraño de definir y de dar nombre. Llamémosle película, cine, obra maestra, o sencillamente un ensamble de imágenes y sonidos dentro de una lata. Sea lo que sea, esto rasga algo doloroso y honesto, algo verdaderamente auténtico y desnudo.


jueves, 6 de junio de 2013

El mensajero (2013)

Héroe de familia


El mensajero parte de una idea discutible y difícil de concretar con buen gusto. Introducir una trama ridícula de heroicidad y sacrificio familiar (un hombre que busca desesperadamente salvar a su hijo) dentro de un pequeño núcleo dramático (una familia desestructurada), y que, a su vez, sirva como denuncia de una parte del sistema judicial norteamericano (algunas de las leyes antidroga).

Lo cierto es que El mensajero tiene una actuación por parte de Dwayne Johnson mucho más sutil de lo que cabría esperar de un hombre apodado 'The Rock' y que solo se deja ver en películas de acción. Aunque también ocurre que El mensajero es más intimista de lo que viene siendo habitual en este tipo de películas. El director Ric Roman Waugh y el operador Dana Gonzales utilizan muchos planos cerrados de sus actores y puedes contar con los dedos de una sola mano las escenas de acción.

Esta versión descafeinada de un capítulo de la serie de televisión Breaking Bad dura más de lo conveniente. En un momento del film hay un giro de guión que complica la trama y alarga el metraje hasta convertir El mensajero en un rollo pesado y predecible que podría haberse resuelto con 20 minutos menos.

El hilo invisible (2017)

Para el chico hambriento El artista como loco déspota, la moda como vehículo de apariencias y el amor como enfermedad. ‘Phantom Th...