sábado, 20 de diciembre de 2014

La batalla de los cinco ejércitos (2014)

Volver a casa




“Si muchos de nosotros diéramos más valor a la comida, a la alegría y a las canciones que al oro atesorado, este sería un mundo más feliz”. Le dice Thorin a Bilbo. El hobbit recibe este halago en el momento más emocionante de La batalla de los cinco ejércitos.

Para los seguidores de las adaptaciones al cine que hace Peter Jackson de J.R.R. Tolkien, el estreno de La batalla de los cinco ejércitos es ya una nueva celebración navideña que añadir al calendario. Es la última entrega de la trilogía de “El hobbit” y tenemos al dragón Smaug volando enfurecido hacia la Ciudad del Lago para acabar con cualquier resto de vida. Así nos despedimos de La desolación de Smaug hace un año. Y retomamos la historia desde ahí. Benedict Cumberbatch da voz a un dragón majestuoso, que disfruta más presumiendo y retorciendo el lenguaje que incendiando ciudades. Con Smaug fuera de la Montaña Solitaria se libra La batalla de los cinco ejércitos, un enfrentamiento entre enanos, elfos, hombres, trasgos y huargos, por hacerse con el control y el tesoro de la Montaña, un lugar estratégico en la Tierra Media.

Smaug (impresionante animación por captura de movimiento e impresionante doblaje) y su enfrentamiento con Bardo es uno de mis momentos favoritos de esta entrega, aquí algunos otros: Smaug cayendo en silencio sobre la Ciudad del Lago, Thorin (Richard Armitage) perdiendo la cabeza por el oro cual rey shakesperiano, una conversación entre Bardo (Luke Evans) y Thorin a través de un conducto en medio de las piedras que protegen al Rey bajo la Montaña, y Gandalf (Ian  McKellen) cargando su pipa sentado junto a Bilbo descansando tras la batalla.

Dentro de las seis películas del canon de Peter Jackson adaptando a Tolkien, La batalla de los cinco ejércitos es la más entretenida y concisa; la más corta también. 144 minutos que no se hacen largos, a pesar del gusto del director por adornar los enfrentamientos heroicos de los personajes protagonistas.

Jackson merece ser tratado con independencia del escritor británico J.R.R. Tolkien. Peter Jackson –con la complicidad de Andrew Lesnie, su operador de cámara– es un perfeccionista, un controlador obsesivo, un megalómano. Eso hace que su trabajo quede en algunas ocasiones artificial, asfixiado por salir de la cabeza de una máquina casi inhumana de hacer películas, también con sus momentos repetitivos y rimbombantes. Pero él y su equipo tienen un sentido del espectáculo asombroso y en esta entrega lo confirman.

Martin Freeman está sensacional dando vida al hobbit protagonista. Es un personaje central muy atractivo: Bilbo labra su propio devenir, tiene carácter, toma decisiones personales valientes. Y quiere el anillo. Todo ello lo hace Freeman con convicción y sin descuidar el alivio cómico, que tan bien le sienta a una película muy seria, muy épica, y muy todo.

Escuchamos la canción de los créditos finales en la voz de Billy Boyd, viejo amigo de estas aventuras. La elección de este actor –que anteriormente dio vida a Pippin, uno de los personajes que acompañaron a Frodo en su misión de destruir el anillo– para interpretar este tema nos da una muestra del espíritu de comunidad que impera en el viaje de Jackson por los cromas verdes y la Tierra Media. “The Last Goodbye”, preciosa canción, es un suave y agradable punto final a ese viaje.


Peter Jackson ha recibido todo tipo de críticas por transformar “El hobbit”, una novela no muy extensa (con tono infantil–juvenil) que sirve como anticipo a los acontecimientos que ocurren en “El señor de los anillos”, en una trilogía probablemente hinchada con motivos comerciales: otras tres películas de épica hipervitaminada que, sin embargo, se enroscan milagrosamente –en tono, registro y estética– a las tres películas que conocemos como El señor de los anillos. En total, seis obras rodadas, editadas y estrenadas entre el año 2001 y el presente 2014: 1034 minutos (unos 172 minutos de media por entrega) uniformes y con continuidad. Una hazaña memorable que ha cambiado para siempre el lugar que ocupa la obra de Tolkien en la cultura popular –para bien o para mal, eso cada uno lo decide–.
Llegados a este punto, estas consideraciones me hacen pensar algo. Por encima del oro atesorado por sus películas en las taquillas de medio mundo, puede que la verdadera razón de Jackson para volver por tres años a la Tierra Media sea porque quizá (solo quizá) rodar estas películas sea su particular vuelta a casa. Ya saben. El lugar de la comida, la alegría y las canciones. El lugar para comer en familia y cantar con los amigos. No estoy seguro, pero me gusta pensar que es así, y no puedo evitar por eso querer a estas películas.


domingo, 16 de noviembre de 2014

Interstellar (2014)

No busques en las estrellas lo que tienes en casa


Lo  del 'menos es más' no vale para las películas de Christopher Nolan. Caballo grande, ande o no ande. O burro. Como si Nolan pensara: más siempre es más, y punto. Si alguien tiene que salvar el mundo está bien que sea Matthew McConaughey. Un actor primero despreciado, después venido arriba con esfuerzo, talento y suerte. Y esa redención es parte de su encanto. Los amantes de las películas del espacio, escafandras, agujeros negros y gravedad cero, celebramos Interstellar como una fiesta. Ojalá fuese más modesta, más sencilla y más fina –¡cuánto pides, Víctor!–. Pero es una fiesta, joder. Lo mejor: La relación entre padre e hija, y las lágrimas de McConaughey. Lo peor: Que liquide con poca imaginación– los grandes misterios del Universo.



viernes, 10 de octubre de 2014

Perdida (2014)

La cabeza de mi esposa

9 de noviembre de 2012.- Es medianoche. David Fincher se desploma sobre el sofá de su misteriosa residencia después de un duro día de trabajo. Ojea uno de los muchos libros que se amontonan en la mesa del salón. Una frase le llama la atención. “Cuando pienso en mi esposa siempre pienso en su cabeza”. No es solo una frase. Es la primera frase de “Gone Girl” (Perdida) de Gillyan Flynn. Y Fincher ya sabe que tiene una película por delante. Devora el resto de la novela mientras escucha, de fondo, en la televisión, una vieja reposición de Lo que la verdad esconde (2000). "Qué mal envejece esta película", dice entre dientes. Fundido a negro. 

2 de octubre de 2014.- Estoy a pocos minutos de entrar al pase de prensa de Perdida en Madrid. Finjo que no tengo ningún problema con Ben Affleck, que no me sorprende que protagonice lo nuevo de David Fincher, que no me parece el actor más soso del mundo. Comienza la película. Resulta que en “Perdida” Affleck es Nick Dunne, un escritor fracasado que vive en una casa enorme en el estado de Missouri, junto a su mujer Amy (Rosamund Pike). El día de su quinto aniversario de boda, Nick descubre al llegar a casa que Amy ha desaparecido. Pasan los días y la policía abre una investigación criminal. Nick está tan sereno que parece no afectarle la desaparición de su mujer.

No sabemos si Ben Affleck es un actor terrible o si Nick Dunne finge muy mal porque está ocultando algo. Y en eso la elección de casting no puede ser más acertada ni más perversa: Ben Affleck, ese actor bobalicón con fama de buen chico, y Rosamund Pike, una actriz desconocida (es su primer papel importante de talla internacional), una extraña que nos gana la partida de inicio con su gesto angelical. ¡Caray Fincher! ¡Cómo nos la cuelas! Primera jugada maestra.

Fincher, el director de Seven, El club de la lucha La red social, se ha convertido en un cineasta empeñado en dar con la mentira más grande jamás contada. También en la más entretenida. El timo (o el crimen) perfecto. No hace falta soñar con qué hubiese hecho Hitchcock con Perdida (una historia totalmente hitchcockiana) porque, en el mejor de los casos, sería esto. La dirección de Fincher es tan virtuosa que la película se devora y es una joya del entretenimiento. El trabajo de realización de Fincher no hace más que alimentar la intriga hasta elevarla a un nivel insoportable. Es tan maliciosamente astuta que desborda a la novela original. Y es algo así como (¡arggg!, ¡qué frase!) la sublimación del cine de intriga de sobremesa de cadenas privadas.

Si has leído la novela sabrás que está contada en paralelo desde los puntos de vista en primera persona de Nick y Amy. Si te gustó el libro, te va a gustar la película. Porque no solo es muy fiel a la novela, también captura la sensación que tienes al leerla. La escritora Gillyan Flynn se ha encargado personalmente de adaptar su libro al guión de Perdida, y el resultado es muy riguroso con el material original.

Tiene un problema. No es un problema muy grande porque éste es sin duda uno de los mejores ratos que puedes pasar este año en el cine. Pero tiene un problema. El director es tan meticuloso con la creación de intriga que en el momento en el que ésta se acaba (aproximadamente 20 minutos antes del final) la película parece agotada, exhausta de rendir a un nivel tan alto. Y el romanticismo raro y alocado que se cuela en esos minutos finales (más evidente en el libro) no termina de calar porque seguimos pensando que esto es La gran mentira y amar no es eso.


Nick Dunne solo puede pensar en la cabeza de su mujer. Como Brad Pitt en Seven también piensa en la cabeza de Gwyneth Paltrow. Como Tyler Durden piensa en la de Marla Singer. O como Mark Zuckerberg piensa en la cabeza de la chica que le plantó en una cervecería de Harvard. No hay duda, ésta es una película de Fincher. Como diría Hitchcock, el director es la estrella. Un thriller modélico, ejemplar. El maestro haciendo lo que mejor hace. David Fincher en plena forma.


domingo, 21 de septiembre de 2014

¿Es realmente importante 'Boyhood'?

Boyhood (2014)


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“Siempre es ahora”. Que una película que se ha rodado durante 12 años termine con una frase como ésta nos conduce directamente a la paradoja número uno del año cinematográfico. Voy a empezar con una confesión para no quedarme con esa espina hasta el final. Boyhood no es la obra maestra que esperaba. Y eso no es necesariamente malo.

Esta película ha sido anunciada como un proyecto que Richard Linklater ha rodado durante 12 años con los mismos actores y la intención de que los intérpretes envejezcan con el personaje. El director de las tres películas de Jesse y Celine (Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer) ha trabajado en paralelo con Boyhood repitiendo malabares de tiempo y narración.

En el film no ocurre nada dramático que dé cohesión al conjunto. Si esperas ver una película dramática bien armada con un guión sólido, unas buenas interpretaciones, sus tres puntos de giro, su planteamiento, nudo y desenlace, métete en otra sala. Algunas situaciones se sienten forzadas y algunos personajes secundarios quedan muy simples, especialmente las figuras de los tres padrastros y la escena del acoso en los baños del instituto, pero probablemente este proyecto no nació con la intención de ser una narración ejemplar sino algo más parecido a un juguete de presupuesto muy modesto. Esto es un experimento. Es solo una sucesión de escenas-pasajes-instantes, algunos más interesantes que otros, en la vida de Mason, un chaval al que conocemos con 6 años y vemos crecer hasta cumplir los 18.

La puesta en cuadro de Linklater es su habitual estilo desnudo, libre de notas a pie de página o comentarios guiados. Las transiciones entre las escenas de cada año son bruscas. Y me explico: no son bruscas porque se sientan falsas, sino porque no están diseñadas para transmitir un mensaje codificado por parte del director. Lo que nos lleva a tratar el tema de las elipsis. En un proyecto como éste era de cajón que Linklater se iba a jugar el tipo más que nunca en la sala de montaje. Dónde cortar y cómo cortar es siempre determinante, pero aquí va más allá de lo esencial, se convierte en una cuestión de principios.

No hay voces ni carteles sobreimpresos que nos indiquen en qué año estamos. Pasamos de una escena a otra con el único indicativo del rostro y el cuerpo cambiantes de Ellar Coltrane, y la música. Apuesta personal de Linklater, sustituir esos molestos carteles por canciones para contextualizar cada año, componiendo una suerte de banda sonora de grandes éxitos (íntimos) de la última década.

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Dice Linklater que no tenía un guión cerrado cuando empezó a rodar hace 12 años Boyhood. Que Ellar Coltrane, el actor que da vida al niño protagonista, crecería y con él crecería la película. Él se interesó por la fotografía y así lo plasma Boyhood. Si Coltrane se hubiese interesado por el boxeo hoy tendríamos una película distinta. Podemos decir que la participación en el film de este niño ha influido enormemente en su vida posterior. Esto no es ninguna novedad, todos los críos que han debutado en el cine han visto cómo sus vidas cambiaban radicalmente en adelante. Lo que hace especial a Boyhood es que no solo la película cambia al chico, sino que (al mismo tiempo) también el chico cambia a la película.

“Simplemente pensé que habría algo más”, dice la madre al despedirse de su hijo cuando éste abandona el hogar. Éste es un pensamiento muy triste para una película llena de vida y optimismo (como da muestra el salto de fe que hizo todo el equipo al embarcarse en el proyecto) pero que no puede hacer otra cosa que rendirse al paso del tiempo y a su inevitable colocón de nostalgia. Y qué fabuloso trabajo hacen Ethan Hawke y Patricia Arquette, que también se han sumado al reto de envejecer ante la cámara, como los papás de Mason.

¿Será Boyhood una película realmente importante dentro de unos cuantos años? No lo sé y saberlo no es cuestión de viajar en el tiempo. El secreto está aquí: somos nosotros quienes hacemos importante una película. Y somos nosotros, espectadores embobados en una sala oscura, quienes trabajamos para completar esta historia. Para completar la vida de este chico con la historia de nuestra vida.

domingo, 27 de julio de 2014

Infiltrados en la universidad (2014)

Channing Tatum y Jonah Hill son una pareja hilarante


Si conectas con la pareja de protagonistas Channing Tatum y Jonah Hill las risas están garantizadas. Esta segunda parte de Infiltrados en clase es aún más reflexiva sobre su propia condición, ya sea como secuela, como episodio de una serie televisiva, como buddy movie, como thriller de acción o incluso como comedia romántica entre los dos protagonistas. “Infiltrados en clase” era a Glee lo que “Infiltrados en la universidad” es a Community. Ambas series comparten con esta saga el brillo de reinventarse mofándose de sus defectos. Lo que hace especial a Infiltrados en la universidad es su inteligencia para reírse de sí misma, que no se agota en ningún minuto.

Así explica el jefe Hardy a los agentes de policía Jenko (Channing Tatum) y Schmidt (Jonah Hill) el porqué de una nueva misión: “Señoritas, a nadie le importaba una mierda una segunda parte de Jump Street, pero tuvisteis suerte. Ahora este departamento ha invertido un montón de pasta para asegurarse de que Jump Street siga adelante. El único problema es que los coreanos compraron la iglesia de nuevo, así que nos mudamos a la acera de enfrente”. En esta nueva misión Jenko y Schmidt deben infiltrarse en la universidad como alumnos y en su paso por la facultad suplirán las carencias educativas y (especialmente) emocionales que ambos arrastran.

Si se piensa bien, segundas partes no tienen por qué ser malas, al contrario, pueden ampliar y explotar las virtudes que hicieron de la primera un éxito y aprovechar que ya tienen a su público ganado. Es algo que en su día hicieron películas icónicas como El padrino II (Coppola, 1974) y El imperio contraataca (Kershner, 1980) o, muy recientemente, Resacón II (Philips, 2011) y El caballero oscuro (Nolan, 2008).

Después de protagonizar clásicos como Supersalidos o El lobo de Wall Street, aquí Jonah Hill engrandece su mito de colega ideal de cualquier hombre y, además, aparece en los créditos como guionista. Es cierto que esta secuela repite el esquema de “Infiltrados en clase” pero no se hace nada repetitiva por dos cosas. La primera es que parte de una idea concepto con gancho. Y la segunda es que Hill y Tatum forman una pareja hilarante. La música es otro recurso que se utiliza con mucho acierto para multiplicar el efecto de las bromas visuales e incluye temas como “Too Hard” de Kurt Vile o “Missing You” de John Waite

No sé si habrá tercera parte. Probablemente la saga ya esté explotada al máximo, porque “Infiltrados en la universidad” no escatima en gastar todos los cartuchos y quemar todas las bromas posibles al respecto. Gracias a eso tenemos una película divertidísima, con una sola pega, un exceso de duración: le sobran 20 minutos y un giro de guión. Pero merece la pena.


jueves, 10 de julio de 2014

Open Windows (2014)

El colmo del mirón


Las dos primeras películas de Nacho Vigalondo recaudaron poco dinero en taquilla y, Open Windows, la tercera, estrenada esta semana, va camino de un resultado similar. Vigalondo se desenvuelve muy bien con los medios de comunicación y ha encontrado un público fiel en internet, pero no ha conseguido conectar esa buena imagen con un éxito en taquilla. De momento sus películas se cuecen en festivales de segunda y sitios web de descargas.

Sabiendo eso es un logro que el cineasta cántabro continúe en su escapada sin mirar atrás, sin preocuparse de mimar al tipo de público que llena las salas de cine de España. Creo yo que el miedo a que cada película pueda ser la última hace que Vigalondo exprima y concentre muchas de sus ideas geniales en Open Windows. No se contenta con un arranque prometedor y un desarrollo eficaz. Satura el desenlace de nuevas propuestas. Puede que Vigalondo sea demasiado agresivo en su puesta en escena. Y es seguro que en el último tercio la trama se retuerce demasiado.

En la historia conocemos a Nick (Elijah Wood), creador de una página web sobre su actriz favorita, Jill Goddard (Sasha Grey). Su actividad en esa web llega a ser enfermiza, pues Nick captura y cuelga cualquier imagen o noticia que encuentra sobre la actriz, casi de manera obsesiva. Esa noche Nick, después de haber ganado un concurso, por fin tendrá la oportunidad de conocer a Jill. Nick espera con su ordenador portátil en la habitación del hotel en el que tendrá lugar la cita. A partir de aquí las cosas se desmadran. El mirón se enfrenta a lo que quiere mirar.

Al igual que con Disturbia (Caruso, 2007) es obligatorio citar a La ventana indiscreta de Hitchcock, por las similitudes en el planteamiento y en la idea inicial, pero lo que en Disturbia era solo reverencia al maestro, en Open Windows sirve a Vigalondo para echar a volar, para experimentar con un trabajo de puesta en escena muy discutible y, por eso mismo, muy aplaudible.

Hagamos recuento. Tercer largometraje de Vigalondo: tercer triunfo total.


miércoles, 9 de julio de 2014

Mil maneras de morder el polvo (2014)

Hacia el western por el chiste fácil


Mil maneras de morder el polvo está repleta de cameos y referencias a otras películas. La última de ellas parece otra broma estúpida más (después de muchas) en la que vemos a Jamie Foxx enfundarse su traje de Django desencadenado. Considerando la película de Tarantino como el western más hablado de todos los tiempos (Tarantino habla por los codos y sus personajes también), a lo mejor no es casualidad la referencia directa a aquélla en este western donde el protagonista soluciona (o eso intenta) sus duelos a muerte a base de incontinencia verbal.

Si lo que le pedimos a Mil maneras de morder el polvo es perdurar en el tiempo, será un fracaso grande, pero MacFarlane tiene buena mano para el producto de consumo rápido y entretenido. Quizá su segunda película no sea tan antológica como lo fue la primera, Ted (2012), pero repite fórmula con eficacia: la relectura de un género clásico a través de la sátira irreverente primero, que después y cómodamente se va adaptando a los cánones tradicionales de lo que funciona en una sala de cine. Que un tipo ya adulto y exitoso como MacFarlane no le tenga miedo al caca-culo-pedo-pis (que se dice por ahí) demuestra los pocos complejos que lleva consigo.

Eso sí, MacFarlane le debe unas cuantas cenas a Charlize Theron. ¿Qué demonios sería de nosotros si no nos enamorásemos en hora y media de ella? Las ovejas, los bigotes y las balas importan porque ella está esperando. Hasta en eso se parece esta película a Ted, donde Mila Kunis brillaba elevando el nivel de sus compañeros de reparto. Pese a lo dicho, si se cruzan con un amigo al que Mil maneras de morder el polvo le parezca convencional y chabacana, no le retiren el saludo, puede que esté en lo cierto. Eso no significa que sea menos disfrutable. 


sábado, 21 de junio de 2014

Ocho apellidos vascos (2014)

¿En serio vamos a hablar de esta película?


¿En serio? ¿Ahora? Sí, vamos a hablar de Ocho apellidos vascos. Y además vamos a suponer que nadie sabe que existe esta película. 

Cuando haces una película sobre un tío y una tía que se llevan a rabiar hasta que acaban por enamorarse sabes que no estás inventando el cine. Cuando haces una película sobre estereotipos vascos y andaluces con Dani Rovira y Clara Lago de protagonistas sabes que no tienes ni idea de lo que va a ser de tu carrera después de esto.

Así que decides contratar a Carmen Machi y Karra Elejalde por aquello de salvar los muebles. Pero llega un momento en que es demasiado tarde y te das cuenta de que Elejalde no está ahí para salvar los muebles sino para achicar agua como un Dios, que Rovira ya no es Dani Rovira sino Dani Rovira (léase con aspaviento de grandeza), y que los chistes malos solo son malos si piensas que son malos.

Pero entonces, ¿Ocho apellidos vascos es un peliculón? ¡Qué preguntas haces! Pues por supuesto que no. A no ser que por peliculón entiendas una película que funciona a la perfección, con la que te ríes un rato y en la que no sobra nada. En ese caso, sí es un peliculón.

Que el acento vasco es muy gracioso tampoco lo vamos a descubrir ahora. Pero si me preguntas a mí, te diré que lo mismo da uno de Sevilla que uno de Bilbao, que donde de verdad se juegan las grandes batallas es cuando se juntan yerno y suegro. Y si te apellidas Clemente... pues hombre, ayuda.



sábado, 8 de marzo de 2014

Lo mejor del 2013

10.- Solo Dios perdona (Nicolas Winding Refn)


Lo mejor del 2013 abre con la película más odiada del año, la que destroza las expectativas del espectador y la que pone a prueba sus nervios y su capacidad de sorpresa. (...) Ryan Gosling poniendo cara de Ryan Gosling, música de sintetizadores, luces de neón, decorados kitsch, un trabajo de iluminación maravilloso (Kubrick, ¡principiante!), las calles de Bangkok…, ésta es una gran película. Como la mezcla de Cedric Gervais y Lana del Rey en Summertime Sadness. Exótica, bakala y solemne.

9.- Gravity (Alfonso Cuarón)

Esa gran película que yo no soporto. Personalmente me parece que hace aguas por todos lados. El guión es pésimo, Bullock y Clooney están horribles y la música es insoportable. A pesar de todo eso, Alfonso Cuarón ha armado un equipo técnico brillante y Emmanuel Lubezki filma con su gracia habitual para elevar Gravity a la categoría de espectáculo visual. Seguiremos hablando de esta película porque ya forma parte de la Historia.

8.- El gran Gatsby (Baz Luhrmann)



Profanar a Winehouse e inmortalizar a Lana del Rey. (...) Quizá en otro mundo, o en este mismo si todos volviéramos a nacer, un hombre como Baz Luhrmann sería venerado y admirado como un artista valiente que no teme ni a los grandes proyectos ni a las ideas grandiosas. Luhrmann dirige El gran Gatsby con su particular estilo recargado, kitsch, y anacrónico, arriesgando su otra mejilla a solo un palmo del ridículo. De ahí que esta película sea tan emocionante.

7.- 12 años de esclavitud (Steve McQueen)


El salto al trabajo de producción de Brad Pitt le está sentando de miedo a la industria de Hollywood, que este año ha sabido recompensárselo con un Oscar. El cineasta británico Steve McQueen ha conseguido triunfar en una industria conservadora y poco abierta a los cambios con 12 años de esclavitud y lo ha hecho sin renunciar a su estilo personal y metiendo el dedo en la herida del pasado más vergonzoso y oscuro de los Estados Unidos, la esclavitud. Cruda y desoladora, como Hunger y Shame, y con un trabajo encomiable de Chiwetel Ejiofor. Qué angustia da verle ponerse en la piel de Solomon Northup. Solo con asistir a esta película deberían convalidar la asignatura de Sufrimiento en las escuelas de interpretación. ¿Académica? ¡Por Dios, no! Vuelve a verla.

6.- La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche)

Las actrices Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux están absolutamente asombrosas. No hay con qué medir sus actuaciones porque no parecen eso, actuaciones. Ellas hacen de esta película un espectáculo doloroso. El resultado final silencia la polémica. Puede que La vida de Adèle se beneficie de la controversia que ha despertado, pero su éxito es fruto de una combinación de talentos indiscutibles que se han aliado mágicamente para componer una obra muy importante, en la que los diálogos, las situaciones y los personajes surgen naturales, espontáneos, y te absorben dentro de ella.

5.- La gran belleza (Paolo Sorrentino)


Jep Gambardella estaba destinado a la sensibilidad. Por eso de niño le encantaba el olor de las casas de viejos. La película de Sorrentino produce los sentimientos más encontrados del año, pero que nadie se asuste por todo lo pretenciosa y voluptuosa que es. Tiene una arrogancia que a veces desespera pero a la vez es tan misteriosa, enigmática y bella que parece destinada a perdurar en la memoria. Gambardella ya tiene el poder de hacer fracasar las fiestas. Estamos en sus manos.


4.- El lobo de Wall Street (Martin Scorsese)

El estilo, el sello del papá de Uno de los nuestros o Casino, está aquí y es inconfundible, pero es en el registro donde Scorsese se ha jugado el tipo. En los momentos de comedia delirante y paródica, es donde El lobo de Wall Street encuentra el conejo de su chistera, la genialidad. En una escena de la película Belfort fuma crack por primera vez junto a su vecino, y en adelante socio, Donnie Azoff. Leonardo DiCaprio y Jonah Hill, respectivamente, están demenciales en este momento con sus alaridos, sus ruiditos, sus chillidos y sus miradas alucinadas. (...) Qué placer tan grande produce esta escena, y toda la película.


3.- Stoker (Park Chan-Wook)



Una película única. Ni siquiera quienes claman al cielo por lo trillado de su guión (con un tercer acto que fulmina el misterio) serán capaces de callar este torrente de cine (imágenes y sonidos) sensual y exuberante. No sé a qué demonios podemos llamar obra maestra pero Stoker abre el apetito de algo insospechado e hipnótico, que uno desearía no acabara nunca. Tiene el sello de un sueño húmedo o de una pesadilla azul.



2.- Her (Spike Jonze)


Theodore está perdido en su mudanza como lo estaban Charlotte y Bob en Lost in Translation. La diferencia es que, al contrario que en la película de Coppola, en la que los protagonistas visitan Japón, el viaje de Theodore es hacia dentro. Huyendo de la memoria de su ex mujer, a la que todavía ama y jamás dejará de hacerlo. Joaquin Phoenix está tierno y sensacional. Frente a él: Scarlett Johansson, que realiza una interpretación histórica, dando vida solo con su voz a algo inerte, destinado (¡oh!) a enamorarse. Ellos son Theodore y Samantha, o lo que es lo mismo, un hipster romántico que escucha a Arcade Fire y un Sistema Operativo que sueña con enamorarse. Her es divertida y triste a la vez, te hace reír y te pone el nudo en la garganta, emocionados por descubrirnos a nosotros mismos en una pantalla blanca y un par de altavoces.

1.- Antes del anochecer (Richard Linklater)


Empezó una noche en Viena. Ethan Hawke y Julie Delpy reescribiendo la historia del cine romántico. Y aquí siguen. ¿Qué demonios es actuar? ¿Qué demonios es amar? En esta obra maestra encontraremos muchas preguntas y alguna respuesta, para el que la quiera encontrar.

Antes del anochecer no es un artificio, y no tengo nada en contra de los artificios. Los hay maravillosos y los hay detestables. (...) Pero Antes del anochecer no es un artificio diseñado para el entretenimiento o el alucine. Es otra cosa. Y esta cosa es algo extraño de definir y de dar nombre. Llamémosle película, cine, obra maestra, o sencillamente un ensamble de imágenes y sonidos dentro de una lata. Sea lo que sea, esto rasga algo doloroso y honesto, algo verdaderamente auténtico y desnudo.

lunes, 3 de marzo de 2014

Votaciones 2013




Otro año más gracias a todos los que os pasáis un rato por el blog a discutir sobre las películas que nos gustan. Mis mejores expertos de cine han votado y estas son sus películas favoritas del año. La ganadora del 2013 ha sido Gravity, el último trabajo de Alfonso Cuarón. Esta misión espacial de Sandra Bullock y George Clooney es un logro visual y técnico, probablemente sin precedentes, y así se lo habéis reconocido.

Alfonso
http://eldardodelapalabra.blogspot.com/

El último concierto
La vida de Adèle
La mejor oferta
Gravity
Pacific Rim

Manuel Garrote
http://elcaballlerodelatristefigura.blogspot.com/

Antes del anochecer

Coherence
La gran familia española
Gravity
Capitán Phillips 

Álvaro Tercero

Stoker

La caza 
Gravity 
La vida de Adèle
Prisioneros

Ángela Rodríguez


La vida secreta de Walter Mitty

Antes del anochecer
Resacón 3
Mamá
Stoker

Luis Carlos

El lobo de Wall Street
Stoker
Nebraska
Rush
Una cuestión de tiempo

Maria Pascual

Una cuestión de tiempo
Stoker
Rush
La gran familia española
Gru 2

Néstor Rubio

Gravity
Agosto
Her
El lobo de Wall Street
Nebraska

Ana Valiente

La vida de Adèle La caza Nebraska 12 años esclavitud Lobo de Wall Street

Carlos Megía

Mud
La caza
Gravity
Star Trek
Zero Dark Thirty

Isa Cassady

El lobo de Wall Street
Gravity
La vida de Adèle
Behind the Candelabra
Stoker

Carlos Curiel

El lobo de Wall Street
Capitán Phillips
Turbo
The Conjuring
Una cuestión de tiempo

Las ganadoras:

1.- Gravity (Alfonso Cuarón) 6 votos




2.- El lobo de Wall Street (Martin Scorsese) 5 votos





3.- Stoker (Park Chan-wook) 5 votos



4.- La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche) 4 votos




5.- Nebraska (Alexander Payne) 3 votos



El hilo invisible (2017)

Para el chico hambriento El artista como loco déspota, la moda como vehículo de apariencias y el amor como enfermedad. ‘Phantom Th...