9 de noviembre de 2012.- Es medianoche. David Fincher se desploma sobre el sofá de su misteriosa residencia después de un duro día de trabajo. Ojea uno de los muchos libros que se amontonan en la mesa del salón. Una frase le llama la atención. “Cuando pienso en mi esposa siempre pienso en su cabeza”. No es solo una frase. Es la primera frase de “Gone Girl” (Perdida) de Gillyan Flynn. Y Fincher ya sabe que tiene una película por delante. Devora el resto de la novela mientras escucha, de fondo, en la televisión, una vieja reposición de Lo que la verdad esconde (2000). "Qué mal envejece esta película", dice entre dientes. Fundido a negro.
2 de octubre de 2014.- Estoy a pocos minutos de entrar al pase de prensa de Perdida en Madrid. Finjo que no tengo ningún problema con Ben Affleck, que no me sorprende que protagonice lo nuevo de David Fincher, que no me parece el actor más soso del mundo. Comienza la película. Resulta que en “Perdida” Affleck es Nick Dunne, un escritor fracasado que vive en una casa enorme en el estado de Missouri, junto a su mujer Amy (Rosamund Pike). El día de su quinto aniversario de boda, Nick descubre al llegar a casa que Amy ha desaparecido. Pasan los días y la policía abre una investigación criminal. Nick está tan sereno que parece no afectarle la desaparición de su mujer.
No sabemos si Ben
Affleck es un actor terrible o si Nick Dunne finge muy mal porque está
ocultando algo. Y en eso la elección de casting no puede
ser más acertada ni más perversa: Ben Affleck, ese actor bobalicón con fama de
buen chico, y Rosamund Pike, una actriz desconocida (es su primer papel
importante de talla internacional), una extraña que nos gana la partida de
inicio con su gesto angelical. ¡Caray Fincher! ¡Cómo nos la cuelas!
Primera jugada maestra.
Fincher, el director de Seven, El
club de la lucha y La
red social, se ha convertido en un cineasta empeñado en dar con la mentira
más grande jamás contada. También en la más entretenida. El timo (o el crimen)
perfecto. No hace falta soñar con qué hubiese hecho Hitchcock con Perdida (una historia totalmente hitchcockiana) porque, en el mejor de
los casos, sería esto. La dirección de Fincher es tan virtuosa que la película
se devora y es una joya del entretenimiento. El trabajo de realización de
Fincher no hace más que alimentar la intriga hasta elevarla a un nivel
insoportable. Es tan maliciosamente astuta que desborda a la novela original. Y
es algo así como (¡arggg!, ¡qué frase!) la sublimación del cine de intriga de
sobremesa de cadenas privadas.
Si has leído la novela sabrás que está contada en paralelo
desde los puntos de vista en primera persona de Nick y Amy. Si te gustó
el libro, te va a gustar la película. Porque no solo es muy fiel a la
novela, también captura la sensación que tienes al leerla. La escritora Gillyan
Flynn se ha encargado personalmente de adaptar su libro al guión de Perdida, y el resultado es muy riguroso con el material original.
Tiene un problema. No es un
problema muy grande porque éste es sin duda uno de los mejores ratos que puedes
pasar este año en el cine. Pero tiene un problema. El director es tan
meticuloso con la creación de intriga que en el momento en el que ésta se acaba
(aproximadamente 20 minutos antes del final) la película parece agotada, exhausta
de rendir a un nivel tan alto. Y el romanticismo raro y alocado que se cuela en
esos minutos finales (más evidente en el libro) no termina de calar porque
seguimos pensando que esto es La gran mentira y amar no es eso.
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