lunes, 29 de septiembre de 2008

It´s DEXTER Time (III)


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"Es audaz, diferente y excitante, con un personaje central y una actuación que corta el aliento." (David Hinckley: New York Daily News)
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"Fantástica, fascinante, espeluznante, preciosa y truculenta." (Doug Elfman: Chicago Sun-Times)
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"Atrevida y original (...) y también oscura." (Tim Goodman: San Francisco Chronicle)
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"Diabólicamente excelente." (Matthew Gilbert: Boston Globe)
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"En esta provocativa serie la moral es tan intrigante como la propia trama." (James Poniewozik: Time)
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"Una (macabra) joya." (Matt Roush: TV Guide)
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"Michael C. Hall se está convirtiendo en uno de los mejores actores dramáticos de su generación. La voz, la dureza del rictus y la mirada perdida a medio camino entre la locura y la genialidad (...) es un actor enorme. (...) Un engranaje argumental perfecto, lleno de ritmo, con principio, suspense y un fantástico final cerrado que te deja la boca de una muñeca hinchable." (Hernán Casciari: Diario El País)
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domingo, 14 de septiembre de 2008

American Beauty (1999)

Asombroso cine que agoniza


En una escala de perversión de la inocencia de Frank Capra a la agresividad de Todd Solondz, American Beauty se queda a medio camino, y como muestra un botón: la negativa del personaje principal a consumar con su objeto de pasión, en la escena final, no es una negativa, ni un rechazo, no es más que una concesión al espectador a buen entendedor. Sirva este ejemplo para demostrar que el del equilibrio es el camino más sencillo para alcanzar la excelencia, que en el término medio está la virtud; pero empezar por el final no es el estilo del debutante director (forjado en el teatro) Sam Mendes.

Lester Burnham (Kevin Spacey) es el personaje principal de la función, un cuarentón en crisis que ha conseguido todo lo que reza el sueño americano: un matrimonio, una hija, un trabajo y una casa; pero se encuentra más apático que nunca ante la rutina a la que le somete su esposa Carolyn Burnham (Annette Bening) que esconde su frustración y su ira bajo la apacible apariencia de una mujer satisfecha en el amor y en el trabajo, y su hija Jane (Thora Birch) indecisa adolescente acomplejada por su amiga Angela (Mena Suvari) una lolita en toda regla. Aunque todo cambiará cuando Lester caiga en la tentación rubia -sus fantasías sexuales con los pétalos de rosa son antológicas-, lo que supone la recuperación de la ilusión y provoca su segunda juventud, que tiene como espejo a su joven vecino Ricky (Wes Bentley).

La ópera prima de Mendes contiene la frescura y la ilusión del primerizo, -que no viene lastrada por errores y éxitos del pasado-, pero también el pulso y la madurez de un maestro, algo quizá bastante significativo de que no nos encontramos ante una obra de autor, o la película de un actor destacado; ocurre a veces que todo está en el lugar y en el momento adecuado, o mejor aún, preciso. Éste es un cúmulo de aciertos orquestado no por una multimillonaria productora, ni por un director de relumbrón, sino por la literatura perfecta del señor Alan Ball (permítanme que me arrodille), demiurgo de la fascinantemente maravillosa Six Feet Under; porque me da la impresión de que todo estaba ya (d)escrito en su guión, versión operística de la gran tragedia griega, adaptada a pequeña escala de la sociedad estable americana.

"Es genial comprobar que todavía tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo."

Desde el principio sorprende la narración en off del protagonista recién fallecido en evocación al mejor Wilder de El Crepúsculo de los Dioses. La aceptación del trágico final por parte del protagonista contagia al espectador de una extraña seguridad, en base a la complicidad autor-receptor-obra, vía personaje o personajes principales. Ésa aceptación de la muerte es el tema elemental en la obra de Alan Ball que propone un discurso moralista, argumento de envergadura ética. Con los problemas que ello conlleva, pues es muy fácil caer en las tesis de baratillo, en los razonamientos que hacen uso de la demagogia, o en las frases con pretensiones de convertirse en lemas de adolescentes hormonados -que las tiene, y a montones-. Sin embargo el guionista logra esquivar dichos despropósitos y convierte su ambición en lirismo, que descansa bajo la superficie de una apariencia morbosa.


"Para tener éxito hay que proyectar una imagen de éxito."

Al igual que toda la película, sus personajes se esconden tras el sarcasmo para ocultar lo verdaderamente vulnerables que son. La rosa de American Beauty es una variedad de rosa cultivada artificialmente para tener una apariencia perfecta. En la película se representa la "falsa belleza" belleza que es sólo apariencia. Otro terreno por el que American Beauty se mueve con insospechada precisión es el de las apariencias. Presenta a sus personajes como prototipos (sin ser ésto siempre algo despectivo) en situaciones ciertamente tópicas, para luego romper con los lazos de hipocresía que les unen, en un acto de gran belleza liberadora final, como redención de todo lo que aparentan, de su estabilidad fingida. Cuando Angela sube al cuarto de baño a desmaquillarse, el encuentro definitivo entre Jane y Ricky, el grito desgarrador de Carolyn al ser descubierta siendo infiel a su marido con “el rey del inmueble”, el nuevo coche de Lester (“el coche que siempre he querido y ahora lo tengo... ¡soy cojonudo!”), la discusión en la cena familiar, o la revelación de la sexualidad reprimida del vecino, todas ellas escenas de ejecución perfecta y ejemplos clarividentes de la ruptura mencionada en busca de una felicidad futurible que a pesar de que no llega, sí se siente por lo menos tangible.

"¿Recuerdan esos carteles que decían «Hoy es el primer día del resto de mi vida»? Bien, eso es cierto todos los días, excepto uno, el día en que te mueres.”

La puesta en escena es inmejorable. Un enorme Kevin Spacey, en el mejor momento de su carrera, de espléndida interiorización cómica y magistral contención dramática, salpica a todos y cada uno de los secundarios, que están a la altura. Y lo mejor es que Mendes, Ball y Spacey nos venden su corrosivo y ácido film de una manera formal, corriente y cotidiana, no reinventan el cine, sino que le dan una nueva perspectiva, más fresca, libre de convencionalismos y pretenciosidad alguna. Exquisita la forma y exquisito el contenido. Y casi sin darse cuenta American Beauty se reconstruye como un monumento para posterior gloria del séptimo arte.

A medida que avanza la narración, se vuelve más atractiva, gana en intensidad, el gesto desenfadado y cómico relega a un segundo plano y la película adquiere un tono dramático que desemboca, allí donde se libera la intriga, el último día de vida de Lester Burnham -clímax de suspense incluido-, en un final colosal, adrenalítico, minimalista, conmovedor. Una película perfecta.

viernes, 12 de septiembre de 2008

It´s DEXTER Time (II)


Dicen que las comparaciones son odiosas, pero ay! cuánto nos gustan. Dexter es como si Dostoievski adaptase al cine una obra teatral de Shakespeare, y como si todo esto estuviese bajo la dirección de la desmesura y el talento de Tarantino, y el humor negro y el ritmo de los hermanos Coen. En cuanto a su protagonista, sensacional Michael C. Hall, es un cóctel con la potente y varonil voz de Daniel Day-Lewis, la locura y desenfreno de Jack Nicholson, el sarcasmo y la ambigüedad de Kevin Spacey, y la juventud y la frescura de James Dean. Brando, ya puedes cruzar los dedos.

It´s DEXTER Time (I)


En un mundo en el que todos dicen tratarse como iguales, rebajándose, igualándose así a la pestilente basura, en un mundo sin valores, sin sanas pautas de conducta, con una evidente falta de respeto hacia todo aquel que más lo merece, Dexter se erige como líder de su generación, Dexter saca a debate la moral como quien baja a pasear al perro, es un revolucionario de su tiempo, va un paso por delante, no porque haya empezado antes a caminar, sino porque da pasos enormes, Dexter da pasos de gigante, y lo hace con tanto estilo que ni siquiera lo aparenta. Dexter va camino de ganar una carrera que muchos ni siquiera saben que ha comenzado.

El hilo invisible (2017)

Para el chico hambriento El artista como loco déspota, la moda como vehículo de apariencias y el amor como enfermedad. ‘Phantom Th...