lunes, 28 de noviembre de 2011

Melancholia (2011)

Estados de ánimo




“Yo era el centro diminuto y cálido alrededor del cual se congregaba la vida del mundo.” (Palahniuk, El club de la lucha)

Una ablación de clítoris en plano detalle o el fin del mundo en plano general. Lars von Trier parte de una imagen aberrante, insufrible y desoladora para desgranar un posible núcleo de calor humano, íntimo y personal que conviva con esa imagen.

Me preocupaba especialmente el rumbo de Melancholia, el último film estrenado del director danés Lars von Trier, en el sentido de que hace dos años defendí su Anticristo (2009) como una especie de alto en el camino del cineasta que abrazaba por fin la excelencia técnica y visual, y este nuevo trabajo debía ser consecuente con los pasados logros.

Y Melancholia confirma esa metamorfosis en Lars. Probablemente muy pronto se entregue a otro tipo de cine, porque de lo que no cabe duda es de que Lars es un cineasta valiente y controvertido al que le gusta ponerse retos y ser siempre sorprenderte e imprevisible, para bien o para mal. A la espera de un nuevo rumbo en su trayectoria, Melancholia sigue la estela del esplendor visual que alcanzó Anticristo.

¿Ha hecho Lars una película para Vanity Fair? Con su noche de bodas y todo. Sí. ¿Es posible casar a Lars con una película de ciencia ficción?

Imaginemos pues que Melancholia es un film de catástrofes. Un planeta va a entrar en la órbita de la Tierra y es posible que colisione con ésta. Sin embargo no hay huida de ninguna clase. Todo son estados de ánimo, cambios de humor, fluidos, intuición, aceptación, resignación, sumisión, mentiras, engaños, dudas y fe. Esa es la hoja de ruta de Melancholia.

Un prólogo y dos episodios. Dos hermanas, Justine y Claire. La primera, enferma, bipolar, triste, deseosa de la llegada del planeta. La segunda, responsable, madre, esposa, temerosa de la llegada del planeta.

Para un film de carácter intimista e introspectivo como éste es inimaginable un final tan espectacular y grandilocuente en el que el empleo del color, los efectos especiales, el sonido y la música de Wagner acaben por devorar a las dos protagonistas del film. Y sin embargo así cierra Melancholia.

Lars von Trier culmina una jugada espesa a nivel narrativo y gris a nivel emocional con el plano final más devastador que le recuerdo a la historia del cine. En todos los sentidos. Un planeta comiéndose a otro.

Por la noche, la versión rubia de una Kirsten Dunst azul se desnuda a la luz de Melancholia. No es una metáfora. El fin del mundo está aquí, con su estruendo, su furia y su polvo. Literal. Tal cuál.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Super 8 (2011)

Devoción por Spielberg


Acaba de llegar, y sin embargo parece como si Super 8 ya llevase mucho tiempo con nosotros y ya todo estuviese dicho sobre ella. He de confesar primero de todo que disfruté de la película durante el tiempo que duró la sesión, y que a pesar de que no comparta el entusiasmo general, me parece un trabajo entretenido y divertido, pero que desgraciadamente nunca va más allá de eso.

Producida por Steven Spielberg y dirigida por J. J. Abrams (el creador de Perdidos) Super 8 no esconde en ningún momento su condición de homenaje al cine de ciencia ficción y aventuras que en los años 80 producía la Amblin (sirvan como ejemplo cintas como E.T., Gremlins, Los Goonies o Regreso al Futuro).

Ahora bien, ¿por qué J. J. Abrams se empeña en demostrar que ésta es una película nostálgica a base de martillo? ¿Por qué no deja que su película crezca sola en lugar de llevarla de la mano en cada cruce? ¿Por qué Abrams no deja que su película cruce la calle en rojo ni una sola vez?

Porque en Super 8 Abrams es el padre cargante y machacón que quiere que su hijo juegue con los mismos juguetes que a papá le encantaban de pequeño. Y no puede ser. Eso nunca funciona. Los niños quieren las tonterías que le ven al vecino. Los niños no lloran con las fotos en blanco y negro del álbum de papá.

Tan preocupado estaba Abrams de diseñar la película según dicta el manual que el tito Spielberg le regaló las navidades pasadas, que olvidó que Encuentros en la Tercera Fase y E.T. ya estaban hechas hace mucho tiempo, y con más y mejor criterio. Aunque eso sí, la actuación de la niña Elle Fanning está bien cerca de ser imborrable.

Los nostálgicos de calcetín alto gritarán de emoción al disfrutar de Super 8, pasando por alto que otros realizadores también norteamericanos (por ejemplo, Night Shyamalan, Richard Kelly o Alex Proyas) abordan la ciencia ficción mirando al pasado sin tanto bombo y con un pulso cinematográfico y una puesta en cuadro mucho más reveladora que la de Abrams.



El hilo invisible (2017)

Para el chico hambriento El artista como loco déspota, la moda como vehículo de apariencias y el amor como enfermedad. ‘Phantom Th...