miércoles, 26 de mayo de 2010

Io sono l'amore (2009)

Visconti y Antonioni, alta cocina

Retrato de la destrucción de una rica familia aristocrática italiana que vive en Milán, los Recchi. Io sono l'amore es una película más para degustar que para disfrutar,  gracias a su espléndida dirección de fotografía. Con una de las pocas actrices insustituibles del cine de los últimos años, la siempre magnífica Tilda Swinton. Swinton tiene la elegancia de una gélida esfinge de mármol.

De ritmo pesado y cargante, la película se enajena de vez en cuando, justo cuando parece filmada (como en su desenlace) por un Luchino Visconti obsesionado por el eclipse de Antonioni. Una conjunción, por momentos genial, pero del mismo modo, también difícil de seguir con entusiasmo. Es una película enmarcada en un subgénero que no soporto, el del melodrama italiano, pero sería injusto no reconocer la fascinación con la que el director y guionista Luca Guadagnino se atreve a pulverizar a sus grandes referentes. 

jueves, 20 de mayo de 2010

Fantastic Mr. Fox (2009)

¿Cómo puede ser feliz un zorro sin un pollo entre los dientes?

SINOPSIS: La historia se centra en un astuto zorro llamado Fox (voz original de George Clooney), que parece llevar un vida idílica con la señora Fox (Meryl Streep) y su hijo Ash (Jason Schwartzman). Pero por las noches, el señor Fox roba las gallinas, los patos y los pavos de los granjeros Boggis, Bunce y Bean. Cansados de esta situación, los granjeros deciden poner remedio al asunto y cazar a Mr. Fox para que no les siga robando... Basada en el famoso libro para niños de Roald Dahl. (FILMAFFINITY)

El estreno de Wes Anderson en el cine de animación por stop motion ha levantado una euforia sorprendente entre los seguidores del cineasta y los aficionados a esta técnica que consiste en aparentar el movimiento de objetos estáticos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas.

En parte se trata de una euforia razonable pues Anderson ha logrado un dominio absoluto no solo ya de la técnica de animación del stop motion, sino también de la planificación de la puesta en escena con los encuadres y los movimientos de cámara. Abre una escena con un primer plano, lo contiene unos segundos, y después aleja la cámara perpendicularmente para mostrar la escena completa. Anderson resulta ser todo un maestro en una tecnología que es la primera vez que usa. Desde luego, se puede considerar Fantastic Mr. Fox un trabajo memorable, y Wes Anderson se destapa como un Jean Renoir del stop motion.

Al igual que el protagonista de su última película, Mr. Fox, Wes Anderson no tiene complejo a la hora de admitir que confunde tics con señas de identidad. Su sentido del humor está pensado para llegar solo a unos pocos, y a mí muchas veces me deja tibio.

El cine de Wes Anderson siempre tuvo mucha sustancia, es cartoon en carne y hueso. Y Fantastic Mr. Fox nos descubre algo que ya podíamos intuir: si cambias la forma la sustancia se resiente. Porque en el cine la sustancia también está en la forma. Lo tierno y lo humano de las criaturas de Anderson estaba en las miradas de sus actores, aquí algunos de los animalillos miran y hablan directamente a cámara pero no se enciende ninguna chispa.

Estos zorros animados parecen un capricho de niño rico. Solo nos queda imaginar (suspiro) lo que podría haber sido esta película con imagen real, con gente como George Clooney, Meryl Streep, Willem Dafoe o Bill Murray (que ponen las voces a los protagonistas) poniendo también rostro a estos inspiradísimos monólogos y diálogos, riendo, llorando, discutiendo y declarándose amor.


domingo, 16 de mayo de 2010

Fantastic Wes Anderson


Vale. Wes Anderson sí es el raro de la clase. Este señor se ha tenido que comer muchas collejas de pequeño. Ahora, es el colmo del gafapasta y ha acabado conociendo a Natalie Portman. No sé cuál es la moraleja que podemos sacar de esto.

Wes Anderson se ha quedado completamente fuera de la línea que separa y define a los directores de cine en grados de prescindibles a imprescindibles, -una línea, por cierto, que bien podrían liderar precisamente dos Anderson a cada extremo: Paul W. S. Anderson (Alien vs. Predator) y Paul Thomas Anderson (There will be blood)-. Wes es un outsider del cine, de los más raros y peculiares del panorama estadounidense, y por lo tanto, está ajeno al debate de lo prescindible de sus películas.

Un señor con la soberbia y las agallas de proponer sus propias reglas del juego.

martes, 11 de mayo de 2010

Room in Rome (2010)

Loving strangers




Vamos a bajar a cada uno a su sitio. Medem no es ningún pervertido sexual. Julio Medem es un niño de trece años que acaba de descubrir el sexo y que maneja la cámara como un señor hecho y derecho. Eso trae muchos problemas, de tan inocentón que es el bueno de Julio, sus películas bordean (¡qué coño van a bordear, pisotean!) con demasiada frecuencia la pedantería y lo pomposo. Así es cómo nos encontramos momentos de verguenza ajena en sus films. Pero resulta que esos momentos ridículos los compensa (gracias, principalmente, a su buen manejo de la cámara) con otros momentos realmente enigmáticos, misteriosos y sensuales.

Room in Rome parte de la idea más sencilla de todas las que ha abordado el director vasco. Dos mujeres desconocidas, una habitación de hotel en Roma, una noche para desatar su pasión, y toda una vida para guardar ese recuerdo. Pero si se lo propone, Medem puede ser el tipo más hortera de la cartelera, por poner varios ejemplos: la decoración de la habitación, las referencias culturetas a la Historia metidas con calzador, el personaje del botones cantarín, el título del film sobreimpreso en un rótulo rojo-porno. Más allá de lo comentado, en Room in Rome está el Medem más contenido en años, el menos sensiblero y el Medem menos bocachanclas.

La primera mitad es muy reiterativa y esa habitación se convierte en un espacio claustrofóbico del que estás deseando salir. De ahí vienen los problemas. Es demasiado larga para lo que nos quiere contar y por eso mismo el guión se mete en alguna incongruencia de la que le cuesta salir. El peso de la película cae sobre las dos actrices protagonistas, que lucen aquello que más saben lucir, sus cuerpos desnudos.

Nos ha pillado de buenas y vamos a aplaudir su metáfora/alegoría con la flecha de Cupido atravesando el pecho de Alba, y también la sangre en la bañera. Medem sabe muy bien cómo abandonar a las mujeres al final de sus películas para regalarnos escenas inolvidables, como el último acto de Caótica Ana, o como aquí, el chapoteo final en la bañera. Sí, debe ser muy difícil rodar el momento más feliz de la vida de dos personas. Y yo aquí me lo creo.

Pero aviso: no soy objetivo. Medem debería hacer un monumento a Russian Red. Por cada ocasión que suena Loving strangers, yo me derrito, y Room in Rome es diez veces mejor.


sábado, 8 de mayo de 2010

domingo, 2 de mayo de 2010

Get out (2010)

Mi primera pataleta

Los prodigios de la técnica no pueden hacer otra cosa que no sea sumar a la materia del cine. Aunque la pieza de la que voy a hablar a continuación no sea un largometraje, el cine no se mide por metraje, y el corto de animación francés Get out se colará directamente entre los mejores títulos de este año, por derecho propio. Hablar de la calidad de los aspectos técnicos es un tema recurrente cuando la sustancia del film en cuestión brilla por su ausencia. Pero siempre es más agradecido embarrarse y pelearse con la sustancia del texto.

Digo todo esto porque cuesta encontrarse con un cortometraje (con los medios que conocemos: es decir, poco tiempo y menos financiación) que sea realmente sorprendente y entrañable. Y Get out lo consigue en poco más de 7 minutos. Parte del argumento de un hombrecito con una fobia terrible a salir de su habitación de paredes acolchadas. Desde dentro, él es feliz (como nosotros, como tú y como yo) viviendo en su particular pecera, donde ve lo que quiere ver y escucha lo que quiere oír (el diseño de sonido es delicioso).

Mi pecera está llena de peces, los conozco de sobra y son todos amarillos. El amarillo me gusta. Ahí fuera, los peces son de diferentes colores, pero también podrían comerme. Si en el fondo estoy muy cómodo observándolos a través de mi cristal. Por eso me jode que me saquen de la pecera sin pedir permiso. Además, pasa el tiempo y uno se da cuenta de que ha crecido (le pese a quién le pese) y de que jamás podrá volver a su pecera, porque ya no cabe en ella, y sobre todo, porque ya no es su pecera. Lo malo será el día (que llegará) en que descubramos que no nos sacaron de la pecera, sino que nos metieron en una más grande.  

Mi primera pataleta. Get out nos despide a gritos y nos recuerda que ni todo el tiempo del mundo será suficiente para dar las gracias a mamá y a papá. Si fuésemos peces la pecera se nos estaría quedando pequeña.

El hilo invisible (2017)

Para el chico hambriento El artista como loco déspota, la moda como vehículo de apariencias y el amor como enfermedad. ‘Phantom Th...