martes, 31 de agosto de 2010

domingo, 22 de agosto de 2010

El artista en el precipicio (1)

Quentin Tarantino



Terrence Malick


Lars Von Trier









Aquel que dijo eso de que lo difícil no es llegar, sino mantenerse, debía saber muy bien que para mantenerse no vale con dejar que las cosas sigan tal cuál están. Cambiar para que todo siga igual. Podemos distinguir dos tipos de cineastas entre los ya consagrados: aquellos que viven de explotar sus maravillosas rentas y aquellos que se asoman al precipicio para volver a disfrutar del riesgo de caer.

En ésta primera entrega de El artista en el precipicio presentamos tres claros ejemplos del segundo tipo de cineastas. Realizadores que sin renegar de su éxitoso pasado buscan y encuentran el progreso en el riesgo de la transgresión. Quentin Tarantino lo hizo en Death Proof, Terrence Malick en El Nuevo Mundo y Lars Von Trier lo logró en Anticristo. No hay estrellitas para coronar a los tres.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Inception (2010)

El martillo pilón

Lo mismo da Eduardo Noriega que Marion Cotillard. Con una idea muy similar a la de Inception, la de construir sobre los sueños de un cliente, y un presupuesto muchísimo más pobre, ya hizo Alejandro Amenábar una película cien veces más inquietante, también con un final que desafiaba a la muerte como el despertar (o no) del sueño/ realidad. Abre los ojos.

Entro en Inception con unas expectativas hiperinfladas. Salgo de Inception con la palabra decepción escrita en la frente. Resulta que Christopher Nolan no es el artista que yo esperaba, sino un artesano. Un artesano que se ha especializado en blockbusters veraniegos. Con su séptima película ha cambiado definitivamente de género, del thriller de intriga/ drama, a la ciencia-ficción/ acción. Una superproducción impresionante con un reparto de actores de lujo, con Leonardo DiCaprio a la cabeza en un papel protagonista gemelo del de Shutter Island, acompañado por la encantadora Ellen Page, Joseph Gordon-Levitt, Marion Cotillard, Ken Watanabe, Tom Hardy, Cillian Murphy y el cameo de Michael Caine.

DiCaprio se dedica profesionalmente a construir y trabajar sobre los sueños y el subconsciente de sus clientes y le abre las puertas a una nueva modalidad de espionaje corporativo (¿cómo apropiarse de una idea ajena?). Un trabajo peligroso que le hace arrastrar viejos traumas y fantasmas del pasado, como el de la que fue su mujer, Marion Cotillard. Un dia se le planteará una operación de alto riesgo que supondrá su mayor reto profesional y, a la larga, también personal. Esta vez no se trata de robar una idea, sino todo lo contrario. Inception consiste en implantar una idea en una mente de manera que parezca que ha surgido de manera natural.

Un cruce fallido entre Matrix y Shutter Island, una película exclusivamente de acción que el director de Memento quiere convertir en otro de sus dramas de personajes atormentados con una subtrama estúpida que implica a la mujer y a los hijos del protagonista. El guión es incapaz de extraer todo el suspense que podría ofrecer el film. Inception es un laberinto enorme en el que es imposible perderse porque está plagado de carteles que te indican el famoso "Usted está aquí".

Nolan (brillante escritor y director de Memento o The Dark Knight, entre otras) está atado de pies y manos (y lo que es peor, también de cabeza) a las leyes de la razón. No se trata de buscar lógica donde no tendría por qué haberla, pero es la propia película la que se esfuerza y da mil vueltas persiguiendo una explicación racional para todo este glamuroso tinglado.

La banda sonora machacona de Hans Zimmer convierte Inception en un tráiler de 148 min. con forma de circo de tres pistas, destartalado, sin interés, que trabaja sobre tres planos oníricos al mismo tiempo dejando suspendido el plano real. Persigue tanto el clímax final que éste acaba abarcando tres cuartos de película.




"Si algunos mostramos ciertas reservas es porque quizás creíamos que estaba destinado a proyectar el genio de Christopher Nolan hacia el infinito y, en lugar de eso, puede que haya terminado mostrándonos sus límites." (Gerard Casau: Contrapicado)
Christopher Nolan nos descubre aquí por qué convirtió a su espléndida saga de Batman en un drama, y a su protagonista, Bruce Wayne, en un hombre atormentado. La verdad duele. Y la verdad es que Nolan nunca ha brillado especialmente en las escenas de acción. En concreto, en Inception presume de una planificación algo torpe en ese tipo de secuencias: tiroteos, persecuciones, etc.

Cada uno de los personajes utiliza lo que ellos llaman un tótem, un objeto pequeño a modo de amuleto del que solo su portador debe conocer su tamaño y peso exacto, para no poder ser manipulado por los compañeros, y así distinguir la realidad del sueño. Christopher Nolan también lleva su propio amuleto. Está más preocupado de diferenciar la realidad de la ficción, de cobrar su (por otro lado, merecidísimo) sueldo, que de sumergirse sin concesiones en el farragoso mundo de los sueños.


viernes, 6 de agosto de 2010

Toy Story 3 (2010)

Living in a fantasy

1995, una película de animación protagonizada por unos juguetes que cobran vida revienta la cartelera y marca un hito del género conquistando los corazones de padres e hijos. Una historia adulta envasada para críos. 1999, cuatro años después, se estrena la secuela, que pese al entusiasmo con el que la recibe toda la crítica profesional, no deja de ser una elaborada prolongación de la primera cinta.

2010, quince años después (¡se dice pronto!) llega a las carteleras la tercera entrega de Toy Story. Lleva el sello de la más importante y mejor productora de animación (Disney Pixar) y lleva la firma de uno de sus directores emblema, Lee Unkrich, responsable de Buscando a Nemo y la maravillosa Monstruos S.A.

Toy Story 3 ha sido concebida como una película con toda la autonomía que no tenía la segunda parte. Y ahí se nota el cambio de realizador, pues las anteriores fueron dirigidas ambas por el fundador de Pixar John Lasseter (que aquí se limita a tareas de producción). Toy Story 3 supera en todos los aspectos técnicos a las dos anteriores, está repleta de aciertos visuales, y de guiños cinéfilos, y (c-a-s-i) iguala en encanto al original. Y digo c-a-s-i porque desgraciadamente ya no somos tan niños, ni tan inocentes, ni nos dejamos sorprender con asombro. Pero siendo consecuentes, Toy Story 3 será recordada como la entrega más prestigiosa de la trilogía.

Hay una persecución de western y una fuga de una cárcel. Hay un romance con fanfarrón y doncella de armas tomar. Hay un villano traidor y manipulador que parece tierno y achuchable, y hay una cría tímida y encantadora que heredará todos estos juguetes que ya son leyenda viva.

Hay algo mágico en la mirada de este vaquero de rodeo llamado Woody, que atraviesa todo ese tiempo que nos separa de nuestra infancia. En especial la última mirada que le dedica Andy, su dueño (porque sí, los juguetes tienen dueño, y bien orgullosos están de tenerlo), en el emocionantísimo epílogo que Toy Story se marca para redimir a sus dos tercios restantes y para acabar empapando las (por cierto, terriblemente pesadas y oscuras) gafas 3D. El cine como memoria impagable de recuerdos.


domingo, 1 de agosto de 2010

Gerry (2002)

 Partiendo de nada



Siempre y cuando no juguemos a conjugar el verbo, la palabra nada es una contradicción en sí misma. Gus Van Sant filma Gerry en largos planos travelling y con la abstracción de una página en blanco como bandera. Decir que éste supone un nuevo comienzo para partir desde la nada, sería una incongruencia, pero todos deberíamos entender que la nada es una vuelta a la base, a la raíz.

Dos protagonistas (Casey Affleck y Matt Damon improvisan los escasísimos diálogos) deambulando en un paraíso sin escapatoria, en un comienzo pretenden alcanzar el lugar al que llaman la cima, hasta que deciden desviarse del camino marcado y toman un camino por trazar, que no entiende de sentidos o direcciones. Para cuando se den cuenta de que ese nuevo camino no conduce a la cima ya será tarde. No hay manera de volver. Con ese escenario Van Sant plantea muy vagamente la idea del desdoblamiento de personalidad y de encontrarse a sí mismo en una situación al límite.

Traducir el lenguaje hipnótico de Béla Tarr o Andréi Tarkovsky al cine norteamericano comercial de comienzos del siglo XXI se convierte en Gerry en la empresa más arriesgada en la que se puede embarcar un realizador a estas alturas de la película. Y a su vez da una nueva dimensión al remake de Psicosis que Van Sant filmó (calcado plano a plano) cuatro años antes.

Nadie va a engañar a nadie, son 103 min. de un ejercicio sin mayor pretensión narrativa o de entretenimiento que el propio espectáculo de la experimentación con los elementos básicos que forman esa cosa tan fuera de moda que llamamos cine. Ya desde el mismo arranque, Gerry se despierta con una necesidad contemplativa, con una cámara hipnótica que persigue a un viejo coche. Lo que viene después serán sombras perfiladas sobre un desierto blanco y el sonido de los protagonistas jadeando.


El hilo invisible (2017)

Para el chico hambriento El artista como loco déspota, la moda como vehículo de apariencias y el amor como enfermedad. ‘Phantom Th...