El arte de ser correcto
Los Angeles, año 1928. Christine Collins (Angelina Jolie) es una madre que recupera a su hijo, al que habían secuestrado meses antes. Pero en la locura del muy fotografiado reencuentro, comienza a sospechar que el niño que le han entregado no es su hijo. A pesar de unas fuerzas del orden corruptas y de una opinión pública más que escéptica, intenta dilucidar el misterio cueste lo que cueste. Tachada de loca e incapacitada, por fin encuentra un aliado en el reverendo Briegleb (John Malkovich), que la ayudará en su búsqueda...
Antes de comenzar, El Intercambio jura en blanco sobre negro que todo lo que vamos a ver a continuación está basado en hechos reales. Sin ese tipo de explicación no comprenderíamos como Clint Eastwood, probablemente el director con la carrera más envidiable de los que aún se encuentran en activo, ha escogido este argumento -ideal para un telefilm de sobremesa- y le ha dedicado tanta atención, y lo ha mimado con tanto cariño. En manos de cualquier otro cineasta con menos recursos (por supuesto no sólo hablo de talento) El Intercambio sería un estrepitoso coñazo.
A este drama -o thriller, o lo que sea- le falta el aliento de la cotidianeidad, porque es eso lo que en el fondo aviva una película y hace creíbles y cercanos sus personajes. Eastwood, consciente de haber entrado en el círculo de los grandes maestros intocables de Hollywood, no se arriesga en su última película. El director de títulos míticos como Sin Perdón no se moja ni una gota y deja que su afamado clasicismo nutra el film y que una interpretación notable de Angelina Jolie lleve el rumbo de la película. Pero Angelina no hace milagros y en cada secuencia parece recordarnos que lo suyo es una actuación (buena, sí) pero siempre actuación.
Conclusión, una película bien interpretada y mejor dirigida, que de tan correcta se hace tediosa.