viernes, 19 de marzo de 2010

Shutter Island (2010)

Y mucha agua



Luces fuera. Niebla. Náuseas. Y mucha agua. Empieza Shutter Island. Un hospital psiquiátrico, que funciona también como prisión, en medio de una isla inaccesible rodeada de acantilados. Donde nadie parece decir la verdad. El agente Teddy Daniels llega para investigar la desaparición misteriosa ¿aunque qué desaparición no lo es? de una peligrosa mujer demente.

Shutter Island es un Memento al revés, es decir, un Memento ordenadito de atrás para delante. Y aún así noquea con fuerza en el mismo lugar que la excelente película de Christopher Nolan. La comparación no es azarosa. Nolan es uno de los realizadores más a tener en cuenta en el recién estrenado siglo XXI, y ocupa en esta década el trono que ocuparon Coppola o Scorsese en los 70 y en los 80.

Shutter Island cuenta con un reparto de intérpretes dignos de mención, que secundan a un DiCaprio de rostro infantil, limitado por su talento, empequeñecido por el tamaño de los proyectos en los que trabaja, aunque cada vez más correcto. Acompañado por un Mark Ruffalo difuso y huidizo (¿intencionadamente?), una notable Michelle Williams, y los veteranos Ben Kingsley y Max Von Sydow.

El robaescenas de turno aquí se llama Ted Levine. El mismo Levine que se puso en la piel del Buffalo Bill de El silencio de los corderos tiene en Shutter Island una escena, como alcaide de la prisión, y cuidado, porque es solo una escena, no más, de vértigo. Un diálogo terrible con DiCaprio sobre la naturaleza humana, la maldad y la violencia. Levine está terrible en su agresividad contenida.

La música peca de obvia y subraya innecesariamente lo que la gramática del director de Taxi Driver remarca por sí sola. Y también se podía haber explotado más el género del terror. Pero la intensidad con la que Martin Scorsese y su equipo técnico ha dado vida a la novela de Dennis Lehane (autor de Mystic River y Gone Baby Gone) se convierte en un espectáculo cinematográfico brillante, aunque más misterioso que terrorífico.

La vuelta al calcetín. Renovado. Listo para ser lanzado a este nuevo Hollywood. Scorsese ahora sigue la pista de uno de sus alumnos aventajados, y su última película está sellada con la misma marca que pudiese llevar una producción de Nolan. Un guión potente cuya ambigüedad te obliga a perderte por su laberíntico rigor real, y más aún por su incipiente nudo de recovecos surrealistas, de pesadillas húmedas.

Con una puesta en escena que agarra a Leonardo DiCaprio en primer plano, y le castiga con contrapicados y cenitales. Es un film cargado de electricidad, alucinógeno, que mediante breves interrupciones de la narración presente (flashbacks y escenas oníricas) construye en paralelo los raíles que conducen hasta una (pen)última secuencia, que para algunos es demasiado explícita o explicativa, y sin embargo para otros (como para el que les escribe) es la enésima demostración del fascinante, sofisticado y turbador poder de atracción de Shutter Island.


4 comentarios:

AnaValiente dijo...

Pese a lo que muchos crean, a mí me parece que Dicaprio es fabuloso. No sé por qué, pues en todas sus pelis parece un poco el mismo, pero tiene algo en la carita que me encanta. Y en el fondo, ¿sabes qué creo? que es un tipo triste e incomprendido.

De todas formas siempre me gustó mucho. Yo creo que es por eso por lo que me gusta Titanic, por él, y por la actriz que lo acompaña, que ahora mismo no...recuerdo su nombre ;)

Osiris dijo...

Yo tengo una teoria sobre la penúltima escena... me parece tan obvia e innecesaria que creo que se rodó a posteriori fruto de un pase con público con demasiada gente que no terminó de entender la explicación... A mi particularmente me huele a "vamos a rodar lo que ya hemos explicado, que los espectadores son muy tontitos...".

Víctor E. Blanco dijo...

no te digo yo que no, pero es que me lo pasé tan bien viéndola (x cierto, en Plaza de España, con Álvaro) que yo iba a aplaudir igualmente, y todo lo que sea añadir minutos de Scorsese, bienvenido sea

Osiris dijo...

A ver, la escena está bien resuelta, y el juego de los colores le da un toque preciosista-onírico bello... y creo que ver el momento disparo en el estomago permite entender por que siempre en sus apariciones ella comienza a sangrar (¿o era brotar agua?) por ahí... pero de todas formas, algo en mi interior me sigue diciendo que sobra... aunque no es más que una diminuta manchita en una obra genia.

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