Estupenda y solemne francesada
En España tenemos la teoría de que los franceses son gente
muy orgullosa y muy segura de sí misma. Gente que se siente superior a sus
vecinos de arriba y que mira por encima del hombro a sus vecinos de abajo.
Gente déspota, elitista y, por supuesto, sofisticada. Que nuestra teoría sobre
los franceses sea verdad o mentira es lo de menos, lo cierto es que viendo y
escuchando Holy Motors, no pude evitar pensar en todos esos tópicos.
Holy Motors podría venir a definirse como una estupenda
francesada estrenada en Cannes. Léos
Carax, máximo responsable de esta obra, trabaja con un material de alto riesgo
en el que valentía y libertad son algo más que simples sustantivos. La
confianza en sí mismo, su seguridad y su orgullo le permiten componer un
trabajo de escapismo críptico y loco. Valiente y libre. Hasta ahí lo genial. Un
hombre que interpreta y vive diferentes vidas y se transporta en una limusina. Una idea
estimulante reducida a una estúpida línea.
El problema es que los
franceses, creemos, no tienen intención alguna de abandonar lo solemne. Incluso
una gamberrada divertida y demencial como Holy Motors parece vivir en un cómodo
y cálido lugar en el que la élite solemne y sofisticada del cine aplaude casi
por subvención.