Lo mejor del 2013 abre con la película más odiada del año, la que destroza las expectativas del espectador y la que pone a prueba sus nervios y su capacidad de sorpresa. (...) Ryan Gosling
poniendo cara de Ryan Gosling, música de sintetizadores, luces de neón,
decorados kitsch, un trabajo de
iluminación maravilloso (Kubrick, ¡principiante!), las calles de Bangkok…, ésta
es una gran película. Como la mezcla de Cedric Gervais y Lana del Rey en Summertime Sadness. Exótica, bakala y solemne.
9.- Gravity (Alfonso Cuarón)
Esa gran película que yo no soporto. Personalmente me parece que hace aguas por todos lados. El guión es pésimo, Bullock y Clooney están horribles y la música es insoportable. A pesar de todo eso, Alfonso Cuarón ha armado un equipo técnico brillante y Emmanuel Lubezki filma con su gracia habitual para elevar Gravity a la categoría de espectáculo visual. Seguiremos hablando de esta película porque ya forma parte de la Historia.
Profanar a Winehouse e inmortalizar a Lana del Rey. (...) Quizá en otro mundo, o en este mismo si todos volviéramos a nacer, un hombre como Baz Luhrmann sería venerado y admirado como un artista valiente que no teme ni a los grandes proyectos ni a las ideas grandiosas. Luhrmann dirige El gran Gatsby con su particular estilo recargado, kitsch, y anacrónico, arriesgando su otra mejilla a solo un palmo del ridículo. De ahí que esta película sea tan emocionante.
7.- 12 años de esclavitud (Steve McQueen)
El salto al trabajo de
producción de Brad Pitt le está sentando de miedo a la industria de
Hollywood, que este año ha sabido recompensárselo con un Oscar. El cineasta británico Steve
McQueen ha conseguido triunfar en una industria conservadora y poco
abierta a los cambios con 12 años de esclavitud y lo ha hecho sin
renunciar a su estilo personal y metiendo el dedo en la herida del pasado más vergonzoso y oscuro de los Estados Unidos, la esclavitud. Cruda y desoladora, como Hunger y Shame, y
con un trabajo encomiable de Chiwetel Ejiofor. Qué angustia da verle ponerse en la piel de Solomon Northup.
Solo con asistir a esta película deberían convalidar la asignatura de
Sufrimiento en las escuelas de interpretación. ¿Académica? ¡Por Dios, no! Vuelve a verla.
6.- La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche)
Las actrices Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux están
absolutamente asombrosas. No hay con qué medir sus actuaciones porque no
parecen eso, actuaciones. Ellas hacen de esta película un espectáculo doloroso.
El resultado final silencia la polémica. Puede que La vida de
Adèle se beneficie de la controversia que ha despertado, pero su éxito
es fruto de una combinación de talentos indiscutibles que se han aliado
mágicamente para componer una obra muy importante, en la que los diálogos, las
situaciones y los personajes surgen naturales, espontáneos, y te absorben
dentro de ella.
5.- La gran belleza (Paolo Sorrentino)
5.- La gran belleza (Paolo Sorrentino)
Jep Gambardella estaba destinado a la sensibilidad. Por eso de niño le encantaba el olor de las casas de viejos. La película de Sorrentino produce los sentimientos más encontrados del año, pero que nadie se asuste por todo lo pretenciosa y voluptuosa que es. Tiene una arrogancia que a veces desespera pero a la vez es tan misteriosa, enigmática y bella que parece destinada a perdurar en la memoria. Gambardella ya tiene el poder de hacer fracasar las fiestas. Estamos en sus manos.
El estilo, el
sello del papá de Uno de los nuestros
o Casino, está aquí y es
inconfundible, pero es en el registro donde Scorsese se ha jugado el tipo. En los
momentos de comedia delirante y paródica, es donde El lobo de Wall Street encuentra el conejo de su chistera, la genialidad. En una escena de la película Belfort fuma crack por primera vez junto a su vecino, y en adelante socio,
Donnie Azoff. Leonardo DiCaprio y Jonah Hill, respectivamente, están demenciales
en este momento con sus alaridos, sus ruiditos, sus chillidos y sus miradas alucinadas. (...) Qué placer tan
grande produce esta escena, y toda la película.
Una película única. Ni siquiera quienes claman al cielo por
lo trillado de su guión (con un tercer acto que fulmina el misterio) serán
capaces de callar este torrente de cine (imágenes y sonidos) sensual y
exuberante. No sé a qué demonios podemos llamar obra maestra pero Stoker abre el apetito de algo
insospechado e hipnótico, que uno desearía no acabara nunca. Tiene el sello de un
sueño húmedo o de una pesadilla azul.
2.- Her (Spike Jonze)
Theodore está perdido en su mudanza como lo estaban Charlotte y Bob en Lost in Translation. La diferencia es que, al contrario que en la película de Coppola, en la que los protagonistas visitan Japón, el viaje de Theodore es hacia dentro. Huyendo de la memoria de su ex mujer, a la que todavía ama y jamás dejará de hacerlo. Joaquin Phoenix está tierno y sensacional. Frente a él: Scarlett Johansson, que realiza una interpretación histórica, dando vida solo con su voz a algo inerte, destinado (¡oh!) a enamorarse. Ellos son Theodore y Samantha, o lo que es lo mismo, un hipster romántico que escucha a Arcade Fire y un Sistema Operativo que sueña con enamorarse. Her es divertida y triste a la vez, te hace reír y te pone el nudo en la garganta, emocionados por descubrirnos a nosotros mismos en una pantalla blanca y un par de altavoces.
1.- Antes del anochecer (Richard Linklater)
Empezó una noche en Viena. Ethan Hawke y Julie Delpy reescribiendo la historia del cine romántico. Y aquí siguen. ¿Qué demonios es actuar? ¿Qué demonios es amar? En esta obra maestra encontraremos muchas preguntas y alguna respuesta, para el que la quiera encontrar.
Antes del anochecer no es un artificio, y no tengo nada en contra de los artificios. Los hay maravillosos y los hay detestables. (...) Pero Antes del anochecer no es un artificio diseñado para el entretenimiento o el alucine. Es otra cosa. Y esta cosa es algo extraño de definir y de dar nombre. Llamémosle película, cine, obra maestra, o sencillamente un ensamble de imágenes y sonidos dentro de una lata. Sea lo que sea, esto rasga algo doloroso y honesto, algo verdaderamente auténtico y desnudo.