Un cordero con piel de lobo
En 1999 El Sexto Sentido fue reconocida unánimemente con un éxito de crítica y taquilla. Desde entonces todos los trabajos de M. Night Shyamalan han suscitado la controversia entre los que le consideran un genio y los que le consideran un fraude. Hasta el año 2010, año en que el director indio estrena The Last Airbender. 11 años después, la respuesta ante una de sus películas vuelve a ser unánime. Solo que esta vez, es unánimemente negativa. Con la adaptación al cine de la serie de animación de Nickelodeon The Last Airbender, Shyamalan se ha expuesto a una lapidación pública en todos los medios, tanto nacionales como internacionales.
Incluso aquellos que defendieron a Shyamalan a contracorriente (con joyas como La Joven del Agua y The Happening) aquí coinciden en que el realizador se ha borrado de la película. Afirmación que en absoluto comparto. El guión es nefasto y el trabajo actoral es pésimo, todo el reparto recita sus frases. Pero el director de El Bosque ya tiene experiencia camuflando sus perlas, vendiéndonos lo que no es. Dando liebre por gato.
Hace dos años nos regaló una obra maestra (The Happening) encubierta bajo la apariencia de un film de serie B, y ahora convierte un blockbuster infantil en un ejercicio de estilo. Llámenlo hiperinflación estilística o adorno gratuito. Los movimientos de cámara otorgan una fluidez casi hipnótica al ritmo de las secuencias de acción. Pienso en Las Crónicas de Narnia y en La Brújula Dorada como referentes más cercanos, y sin embargo, del más hortera y vulgar de los blockbuster fantásticos veraniegos brotan momentos extrañamente mágicos.
La majestuosa banda sonora dota de una rara espiritualidad a todo el film. El compositor James Newton Howard, en estado de gracia, firma una partitura mágica, que se lleva la matrícula de honor cuando logra callar a los actores y el film se rinde a su música. En concreto, en los minutos finales, la penúltima secuencia, en la que se desarrolla la gran batalla, escuchamos 'Flow like water', el que probablemente sea el mejor tema de Newton Howard. Shyamalan desplaza la acción a un plano menor para que la cámara gire en torno a cómo el protagonista invoca una gigantesca ola de agua, donde reina el travelling circular.
Será complicado encontrar el público idóneo para Airbender, con un libreto demasiado idiota para adultos, y un trabajo de cámara demasiado virtuoso para críos. Es cierto que se trata de una equivocación estúpida en la escritura de guión, una metedura de pata enorme en la elección de casting y un desvío torpe (genérico) en su magnífica trayectoria.
Pero también es cierto que The Last Airbender es una salida de tono rara y personal sobre la que Shyamalan sella la huella de su maravilloso cine.