Horror cañí
Una película pequeña de ambición, corta de duración y modesta de presupuesto, REC 3 explota una alegría incontenible, al tiempo que dilapida y bate todo lo que se pone por delante. Sus predecesoras, dos éxitosas, arriesgadas y sobresalientes películas amortizaban un reto de puesta en cuadro que consistía en rodar siempre, todo, con cámaras que pertenecen al propio marco del film. El género que utilizaban REC y REC 2 era el falso documental infectado de terror y la acidez propia de la comedia con más mala leche del mundo –que bien podría ser cualquiera de las de Azcona y Berlanga–.
REC 3 arranca con el vídeo casero de una boda y acaba con un banquete de zombies. A los 20 minutos abandona el truco de la cámara en primera persona, de la cámara como protagonista del film, para dar el salto a la narración omnisciente. Del 'Grábalo todo, por tu puta madre' de Manuela Velasco al 'Apaga la cámara' de Diego Martín. Este es otro juego. Adiós a la restricción formal que regía las dos primeras películas. Si bien estas dos películas anteriores funcionaban perfectamente en una doble sesión con una misma personalidad, con continuidad en la narración, REC 3 es capítulo aparte. Es otra cosa. Da el salto a nuevos géneros. Le parte la cara a otros. Del terror a la comedia gamberra, pasando por el gore, el musical y el drama romántico.
REC 3 no es 'Una de zombies' como quien dice. Es una película para ir al cine a disfrutar, para meter la cabeza dentro del cubo de palomitas y seguir gritando. Y seguir cantando. Gavilán o paloma. Eloise. Un vestido de novia y una motosierra. Horror cañí que nos regala durante 80 minutos una tregua de sincera felicidad.
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