Ábreme pista
El inigualable (gracias a Dios) Carlos Areces, actor sin par, destinado a esculpir su pavidez chanante en la historia del cine español, da con el registro ideal para abanderar Los amantes pasajeros. Una comedia luminosa y colorida, llena de tics nerviosos e impulsos irrefrenables de libido, que fuerza los límites de lo grotesco.
Pese a que parece llevar la palabra fracaso tatuada en la frente, Los amantes pasajeros tiene lo que le faltaba a La piel que habito. La pasión. Esta película es un acto de amor de un hombre a sí mismo. Y como acto de amor, Los amantes pasajeros es algo bellísimo. Almodóvar parece no tener miedo a desprenderse del prestigio crítico internacional que le ha acompañado en sus tragedias de las últimas dos décadas. Como dice la canción emblema del film (desenvuelta en una coreografía hilarante), estamos a punto de perder el control y creemos que nos gusta.
El cineasta manchego encuentra una espiral hitchcockiana en una turbina del avión. Este no es el mismo hombre que escribió y dirigió Mujeres al borde de un ataque de nervios, lo que entonces le salía natural ahora le sale impostado. Los amantes pasajeros reúne todo lo que los detractores de Almodóvar odian de su cine. Una provocación de un provocador escandaloso. A lo mejor es la manera que tiene el director de La piel que habito de tomar el pulso a su audiencia. ¿Seguimos despiertos? Y sí. Lo estamos. Y con ganas de más.
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