Escrito en el agua
Solo un año después de El árbol de la vida el cineasta Terrence
Malick estrena su sexta película, To the
wonder. Malick es un caso aparte en la industria del cine norteamericano.
Tiene la fama y la reputación de un artista renacentista, es un intelectual y
un estudioso de la música, la danza, la pintura y la literatura. Su cine cubre
en cierta medida la necesidad de la industria de dar cobijo a un artista cuya
preocupación primera, muy por encima del dinero, sea la belleza.
Esta película está protagonizada
por varios personajes: la joven pareja de enamorados Neil (Ben Affleck) y
Marina (Olga Kurylenko), y el padre Quintana (Javier Bardem), el párroco que
les da consejo. De entre ellos, el personaje al que da vida la actriz ucraniana Olga
Kurylenko es el más atractivo del film, en todos los sentidos. Marina es una
mujer francesa, joven y bella (Kurylenko parece una bailarina, constantemente en movimiento), que se enamora de un americano y se marcha a
vivir con él a su hogar en Oklahoma. Allí encuentra muchas cosas que le
fascinan pero al mismo tiempo añora su vida en París.
Las primeras palabras del film
(“recién nacido, abro los ojos”) nos invitan a descubrir con una mirada fresca
y nueva aquello que el maravilloso operador de cámara Emmanuel Lubezki ha
filmado en To the wonder. Y la
película demuestra la fascinación que Malick siente hacia todas las cosas,
aunque muy especialmente hacia las cosas naturales o la naturaleza. Malick
todavía dedica mucho más tiempo a jugar con el agua en una playa de Normandía
que a viajar en el Metro de París.
Es verdad que, agotado el factor
sorpresa, To the wonder tiene
momentos redundantes y repetitivos. Algunas tomas, demasiadas, parecen simples
ecos de El árbol de la vida. Pero
también es cierto que el film sabe cómo encontrar esos momentos deslumbrantes
que Malick y su equipo moldean como si le ganasen una batalla al tiempo o
escribiesen en el agua.
2 comentarios:
Descubrí a Malick gozando de los campos de altas hierbas que nos mostraba en "La delgada línea roja", oyendo el sonido del viento y sin importar que la cámara no cambiara de plano y siguiera clavada en aquellas verdes laderas.
Así que creo que me va a apetecer ver cómo retrata este tipo los paisajes del agua.
Disfrutarás con ella. Sigue siendo Malick, su sello aquí es inconfundible, aunque cada vez más experimental y menos narrativo.
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