Y cayó. La tercera obra perfecta (por esquivar aquello de maestra) de David Fincher es la menos contundente de las tres, aunque la más autoconsciente de serlo. Brad Pitt y Cate Blanchett son algo más que caras bonitas, ponen rostro a una espléndida fábula (mismo calificativo merece el libreto de Eric Roth) sobre el paso del tiempo. Nada perturba en Benjamin Button.
Durante su primera mitad todo es alarde de técnica y perfecto acabado visual. Pero es en la segunda mitad donde, ya asumido el lujurioso diseño de producción y coincidiendo con el esplendor de los cuerpos, la película verdaderamente se vuelve conmoción. De ahí en adelante el relato es una constante batalla a contrarreloj que acaba donde suelen empezar todas los demás relatos.
Qué importa entonces si el complejo entramado de narraciones superpuestas o Fincher creyéndose Jean-Pierre Jeunet con un preciosista anhelo por el detalle funcionan como lastre. No puedo buscarle los defectos a una película que tanto regala, que no se agota en el intento de ser cada plano mejor que el anterior.
Durante su primera mitad todo es alarde de técnica y perfecto acabado visual. Pero es en la segunda mitad donde, ya asumido el lujurioso diseño de producción y coincidiendo con el esplendor de los cuerpos, la película verdaderamente se vuelve conmoción. De ahí en adelante el relato es una constante batalla a contrarreloj que acaba donde suelen empezar todas los demás relatos.
Qué importa entonces si el complejo entramado de narraciones superpuestas o Fincher creyéndose Jean-Pierre Jeunet con un preciosista anhelo por el detalle funcionan como lastre. No puedo buscarle los defectos a una película que tanto regala, que no se agota en el intento de ser cada plano mejor que el anterior.
Muchas son las secuencias memorables y las imágenes para el recuerdo. Benjamin conoce a Daisy, él es viejo, ella, una niña. Benjamin sabe que es especial pero no comprende si es virtud o defecto. Una madrugada en un hotel. Un atardecer. Una bailarina que se desliza bajo la luz de la luna. Alguien atropella a otro alguien. Benjamin aguarda impaciente y asustado, mientras Daisy da a luz entre gritos. Benjamin se disculpa por todas las cosas que le hubiese gustado hacer con su hija, y no pudo. Daisy recuerda que hay cosas que sí permanecen en el tiempo, que son para siempre. Ya sólo queda poner el lazo. Pero eso ya lo descubrirán ustedes.
Partiendo de la base de que Benjamin Button tiene sus limitaciones como cine comercial -al igual que cualquier película las tiene- y sin embargo dentro de sus propias limitaciones se exprime al máximo y el resultado es extraordinario.
No es el mejor film del -llamémosle así- excelente David Fincher, aunque sí es su obra más popular y asequible, una éxitosa (y redonda) incursión en el mainstream, transformando la fantasía en épica crepuscular -con repertorio de atardeceres incluido-, su visionado es imprescindible e inolvidable.
La película se mueve entre dudas y nos abandona con una certeza. Entre todos podemos hacer que Benjamin Button transcienda su tiempo y perdure en la memoria como el clásico que merece ser.
La película se mueve entre dudas y nos abandona con una certeza. Entre todos podemos hacer que Benjamin Button transcienda su tiempo y perdure en la memoria como el clásico que merece ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario