La ecuación de tercer grado
Osborne Cox (John Malkovich) acaba de ser despedido de su trabajo en la CIA y se dispone a escribir sus memorias. Su esposa Katie (Tilda Swinton) tiene una aventura sexual con Harry Pfarrer (George Clooney), un agente federal casado. Mientras, un disco de las memorias del analista de la CIA llega accidentalmente a manos de Linda Litzke (Frances McDormand), empleada de GimnasiosCuerposDuros, y su compañero Chad (Brad Pitt). Linda y Chad, convencidos de que se trata de información altamente confidencial, deciden montar un chantaje.
No hay una comedia de los hermanos Coen con mejor edición de imagen y sonido, mejor rodada, ni mejor interpretada que Burn After Reading. La dirección de actores es sensacional, también porque el reparto es de órdago. Clooney borda su desquiciado personaje, John Malkovich, Tilda Swinton y Richard Jenkins están excelentes (como siempre), y el trabajo de dicción y gesticulación de Brad Pitt convierte a su personaje en el panoli más entrañable de la factoría Coen. Todos. Cualquier actor con una sola frase en esta película está magnífico. Solo Frances McDormand parece estar algo sobreactuada.
Habrá quien considere este Quemar después de leer una obra menor dentro de la carrera brillante de los hermanos de Minnesota, por su tono (de un humor descaradamente descacharrante), por su corto metraje (los clásicos 90 minutos) y sobre todo por venir precedida por su trabajo más pretendidamente serio y subyugante (No Country for Old Men). Pero si pensaban que varias estatuillas de los Oscar en la vitrina iban a incomodar a los Coen se equivocaban, de lleno.
Como si las matemáticas hubiesen encontrado la ecuación de tercer grado para alcanzar la comedia perfectamente engrasada, como un póster que imita al Saul Bass de las películas de Hitchcock, Quemar después de leer funciona con la precisión de Con la muerte en los talones y lleva incorporada una bomba de relojería rítmica. Es la actualización del progreso de los hermanos Coen, un nuevo logro dentro de su evolución, es para el que esto escribe su comedia más (com)pensada, mejor que El Gran Lebowski, y por lo tanto, lejos de lo que puedan pensar, es también una obra mayor.
Como si las matemáticas hubiesen encontrado la ecuación de tercer grado para alcanzar la comedia perfectamente engrasada, como un póster que imita al Saul Bass de las películas de Hitchcock, Quemar después de leer funciona con la precisión de Con la muerte en los talones y lleva incorporada una bomba de relojería rítmica. Es la actualización del progreso de los hermanos Coen, un nuevo logro dentro de su evolución, es para el que esto escribe su comedia más (com)pensada, mejor que El Gran Lebowski, y por lo tanto, lejos de lo que puedan pensar, es también una obra mayor.