jueves, 31 de diciembre de 2009

Burn After Reading (2008)

La ecuación de tercer grado


Osborne Cox (John Malkovich) acaba de ser despedido de su trabajo en la CIA y se dispone a escribir sus memorias.  Su esposa Katie (Tilda Swinton) tiene una aventura sexual con Harry Pfarrer (George Clooney), un agente federal casado. Mientras, un disco de las memorias del analista de la CIA llega accidentalmente a manos de Linda Litzke (Frances McDormand), empleada de GimnasiosCuerposDuros, y su compañero Chad (Brad Pitt). Linda y Chad, convencidos de que se trata de información altamente confidencial, deciden montar un chantaje.

No hay una comedia de los hermanos Coen con mejor edición de imagen y sonido, mejor rodada, ni mejor interpretada que Burn After Reading. La dirección de actores es sensacional, también porque el reparto es de órdago. Clooney borda su desquiciado personaje, John Malkovich, Tilda Swinton y Richard Jenkins están excelentes (como siempre), y el trabajo de dicción y gesticulación de Brad Pitt convierte a su personaje en el panoli más entrañable de la factoría Coen. Todos. Cualquier actor con una sola frase en esta película está magnífico. Solo Frances McDormand parece estar algo sobreactuada.

Habrá quien considere este Quemar después de leer una obra menor dentro de la carrera brillante de los hermanos de Minnesota, por su tono (de un humor descaradamente descacharrante), por su corto metraje (los clásicos 90 minutos) y sobre todo por venir precedida por su trabajo más pretendidamente serio y subyugante (No Country for Old Men). Pero si pensaban que varias estatuillas de los Oscar en la vitrina iban a incomodar a los Coen se equivocaban, de lleno.

Como si las matemáticas hubiesen encontrado la ecuación de tercer grado para alcanzar la comedia perfectamente engrasada, como un póster que imita al Saul Bass de las películas de Hitchcock, Quemar después de leer funciona con la precisión de Con la muerte en los talones y lleva incorporada una bomba de relojería rítmica. Es la actualización del progreso de los hermanos Coen, un nuevo logro dentro de su evolución, es para el que esto escribe su comedia más (com)pensada, mejor que El Gran Lebowski,  y por lo tanto, lejos de lo que puedan pensar, es también una obra mayor.



lunes, 28 de diciembre de 2009

Avatar (2009)

Un edén alucinante o un panfleto hortera


Es muy complicado sacar conclusiones tempranas de una obra de la envergadura de Avatar. El tiempo que ha llevado realizarla y su extenso metraje impiden condensar su esencia en unas simples líneas. Por eso vamos simplemente a acercarnos un poco a ella.

Avatar solo es disfrutable con los ojos. No tiene corazón. Bueno, sí lo tiene. Pero es tan estúpido que ojalá no lo tuviese. Ojalá Avatar fuese exclusivamente un vehículo de transporte, un viaje para descubrir un desconocido paraíso de la técnica. El Avatar de la película es un recipiente para integrar a Sam Worthington (que encabeza un reparto de actores mediocres) en un mundo de fantasía y color, y ése es exactamente el propósito del director de Aliens en su último trabajo. Transportarnos con nuestras enormes gafotas 3D a su nuevo mundo.

Cameron es un director sobresaliente pero un guionista muy pobre. Y aquí lo demuestra. Su épica es más infantil que la de un niño de 9 años. Su romanticismo es más previsible que el de una telenovela venezolana. La historia y los personajes de esta película tienen menos dimensiones que un cartón.

Tratándose de un director sobresaliente, como es Cameron, las escenas de acción están rodadas con brío y tensión, por ejemplo una persecución extraordinariamente espectacular, que acaba en una enorme cascada. Aunque es difícil destacar solo una secuencia memorable en una película de estas dimensiones.

En el apartado técnico su acabado visual hoy en día podría considerarse perfecto. Pero esto es un logro solo a medias. Hay dos aspectos que restan mérito. Considerando que se trata del film con mayor presupuesto de la historia del cine (un siglo y pico, tampoco es tanto), estamos hablando de dinero bien invertido, no más. Y para aquellos que se excitan pensando que ésta es la revolución del cine en 3D, la primera película que presumió de este sistema se estrenó hace más de 50 años, y fue un gran fracaso. Entre tanto, ya ha habido tiempo suficiente para perfeccionar el sistema de animación digital.

Avatar funciona de maravilla en plano general -mención especial merece el recorrido final por Pandora con un travelling fascinante durante los créditos que cierran el film, mientras escuchamos la voz prodigiosa de Leona Lewis-. Sin embargo pierde encanto en los planos medios y los primeros planos. Su exuberancia plástica y sus colores fosforescentes me llevan a vaticinar –a mí, que soy un agorero- que pronto pasará de moda. El barroquismo sobrecargado del edén paradisíaco de Cameron, Pandora, es abrumador. Será un referente de la ética y la estética hortera de esta década que termina. El tiempo dirá.



sábado, 19 de diciembre de 2009

Donde viven los monstruos (2009)

Donde escriben los monstruos


El realizador de cine Spike Jonze se ha buscado un huequito dentro de la corriente alternativa del cine estadounidense. Sus dos primeras obras (Cómo ser John Malkovich y El ladrón de orquídeas) estaban construidas sobre guiones de Charlie Kaufman. Ambas eran excelentes, pero todo el mérito se lo dábamos al guionista de mayor talento e ingenio en activo. Con un par de guiones, Kaufman ya estaba en la cima. Este año 2009 ha significado un punto de ruptura entre ambos. Kaufman ha pasado a dirigir su propio guión (Synecdoche, New York) y Jonze ha pasado a escribir su propia película (Donde viven los monstruos).

Max es un niño tremendamente imaginativo, está creciendo y su mundo tal y como lo conoce está a punto de desmoronarse. Una noche Max es enviado a la cama sin cenar y crea su propio mundo: un lugar poblado por feroces criaturas que le tienen a él como líder. El crío Max Records, con solo 12 años, se destapa con una interpretación memorable y acapara el peso de la película.

Aunque se hayan basado en un cuento corto de Maurice Sendak, el trabajo de los guionistas Dave Eggers y S. Jonze es magnífico. Ha quedado un texto fantástico, una obra sobre la infancia, sobre los monstruos del armario, una obra que nos habla de nuestros niños, no de esos mocosos que nos arruinan el parquet, no de los que tenemos o vayamos a tener, sino de los que llevamos por dentro. Y nunca entra en la ñoñería, es inteligente siempre y cruel a veces.

El reparto actoral de las voces de los monstruitos es sensacional, en especial las de un par de iconos de la pequeña pantalla. James Gandolfini (The Sopranos) es Carol, incontrolable y agresivo, y Lauren Ambrose (Six Feet Under) es KW, triste y solitaria. Hasta que llega Max.


La cámara en mano está presente toda la película y sirve para formular la cinta como un juego de niños, inocentes e imaginativos, dubitativos y preguntones. El diseño de los monstruos es una gozada de la técnica, sus movimientos y sus facciones se ajustan a la perfección a la sutileza de las voces que esconden. Y la ambientación es acertadísima siendo totalmente creíble.

Es difícil entrar a valorar una película como este tercer trabajo de Spike Jonze. Está en la misma onda que el cine de Sofia Coppola o Wes Anderson. Su tamaño no se corresponde con su talento. Es una miniatura fabulosa. Una joya rara y conmovedora.


sábado, 12 de diciembre de 2009

Paranormal Activity (2009)

Terrorífico plano fijo


Una pareja sospecha que su casa está embrujada o que en ella están ocurriendo fenómenos paranormales por la noche, y deciden grabarse mientras duermen. Esas grabaciones explotan al máximo las posibilidades terroríficas de un plano fijo. Un mismo espacio (una cama de matrimonio, dos mesillas de noche, una puerta entreabierta y el fondo de un pasillo) se va volviendo más y más obsesivo.

Paranormal Activity es un cruce entre pornografía barata del suspense y escapismo hacia las formas futuras del cine (el youtubismo de turno). Apariencia descuidada en un vídeo doméstico que basa toda su efectividad en lo obviamente cercano y palpable que nos es su desarrollo. Y la pareja protagonista está muy bien escogida, ambos están naturales. Por eso es tan entretenida aun en sus momentos más tibios. Pero de cualquier modo es una estupidez y una tomadura de pelo poco estimulante, que no merece el mal trago que se sufre al soportarla.


El hilo invisible (2017)

Para el chico hambriento El artista como loco déspota, la moda como vehículo de apariencias y el amor como enfermedad. ‘Phantom Th...