El martillo pilón
Lo mismo da Eduardo Noriega que Marion Cotillard. Con una idea muy similar a la de Inception, la de construir sobre los sueños de un cliente, y un presupuesto muchísimo más pobre, ya hizo Alejandro Amenábar una película cien veces más inquietante, también con un final que desafiaba a la muerte como el despertar (o no) del sueño/ realidad. Abre los ojos.
Entro en Inception con unas expectativas hiperinfladas. Salgo de Inception con la palabra decepción escrita en la frente. Resulta que Christopher Nolan no es el artista que yo esperaba, sino un artesano. Un artesano que se ha especializado en blockbusters veraniegos. Con su séptima película ha cambiado definitivamente de género, del thriller de intriga/ drama, a la ciencia-ficción/ acción. Una superproducción impresionante con un reparto de actores de lujo, con Leonardo DiCaprio a la cabeza en un papel protagonista gemelo del de Shutter Island, acompañado por la encantadora Ellen Page, Joseph Gordon-Levitt, Marion Cotillard, Ken Watanabe, Tom Hardy, Cillian Murphy y el cameo de Michael Caine.
DiCaprio se dedica profesionalmente a construir y trabajar sobre los sueños y el subconsciente de sus clientes y le abre las puertas a una nueva modalidad de espionaje corporativo (¿cómo apropiarse de una idea ajena?). Un trabajo peligroso que le hace arrastrar viejos traumas y fantasmas del pasado, como el de la que fue su mujer, Marion Cotillard. Un dia se le planteará una operación de alto riesgo que supondrá su mayor reto profesional y, a la larga, también personal. Esta vez no se trata de robar una idea, sino todo lo contrario. Inception consiste en implantar una idea en una mente de manera que parezca que ha surgido de manera natural.
Un cruce fallido entre Matrix y Shutter Island, una película exclusivamente de acción que el director de Memento quiere convertir en otro de sus dramas de personajes atormentados con una subtrama estúpida que implica a la mujer y a los hijos del protagonista. El guión es incapaz de extraer todo el suspense que podría ofrecer el film. Inception es un laberinto enorme en el que es imposible perderse porque está plagado de carteles que te indican el famoso "Usted está aquí".
Nolan (brillante escritor y director de Memento o The Dark Knight, entre otras) está atado de pies y manos (y lo que es peor, también de cabeza) a las leyes de la razón. No se trata de buscar lógica donde no tendría por qué haberla, pero es la propia película la que se esfuerza y da mil vueltas persiguiendo una explicación racional para todo este glamuroso tinglado.
La banda sonora machacona de Hans Zimmer convierte
Inception en un tráiler de 148 min. con forma de circo de tres pistas, destartalado, sin interés, que trabaja sobre tres planos oníricos al mismo tiempo dejando suspendido el plano real. Persigue tanto el clímax final que éste acaba abarcando tres cuartos de película.
"Si algunos mostramos ciertas reservas es porque quizás creíamos que estaba destinado a proyectar el genio de Christopher Nolan hacia el infinito y, en lugar de eso, puede que haya terminado mostrándonos sus límites." (Gerard Casau: Contrapicado)
Christopher Nolan nos descubre aquí por qué convirtió a su espléndida saga de
Batman en un drama, y a su protagonista, Bruce Wayne, en un hombre atormentado. La verdad duele. Y la verdad es que Nolan nunca ha brillado especialmente en las escenas de acción. En concreto, en
Inception presume de una planificación algo torpe en ese tipo de secuencias: tiroteos, persecuciones, etc.
Cada uno de los personajes utiliza lo que ellos llaman un tótem, un objeto pequeño a modo de amuleto del que solo su portador debe conocer su tamaño y peso exacto, para no poder ser manipulado por los compañeros, y así distinguir la realidad del sueño. Christopher Nolan también lleva su propio amuleto. Está más preocupado de diferenciar la realidad de la ficción, de cobrar su (por otro lado, merecidísimo) sueldo, que de sumergirse sin concesiones en el farragoso mundo de los sueños.